cápsula.
(Del lat. capsŭla, dim. de capsa, caja).
1. f. Casquillo metálico con que se cierran herméticamente las
botellas después de llenas y taponadas con corcho.
2. f. Envoltura insípida y
soluble de ciertos medicamentos desagradables al paladar.
3. f. Conjunto de la cápsula y el medicamento en ella incluido.
4. f. Pieza cilíndrica de
metal que se ajusta a la chimenea de las armas y sirve para comunicar el fuego.
5. f. Parte de la nave
espacial donde se instalan los tripulantes, si los hay.
6. f. Bot. Fruto seco, con una o
más cavidades que contienen varias semillas y cuya dehiscencia se efectúa según
el plano que no es perpendicular al eje del fruto; p. ej., el de la amapola.
7. f. Quím. Vasija de bordes muy
bajos que se emplea principalmente para evaporar líquidos.
Real Academia Española
© Todos los derechos reservados
Se infieren otros muchos significados.
Por extensión, cápsula es todo aquello que preserva una parte aislada para no
contaminarse, derramarse, contagiarse, perderse, mezclarse con los elementos
que la rodean. Aquello que protege o encierra, resguarda o separa.
Entiendo que vivimos así, pese a que
salgamos de nuestra zona de confort de vez en cuando, esto no impide que nos
traslademos en cápsulas, y en ocasiones, al salir de ellas, no reconocemos el
espacio en que estamos. La rutina es una enorme cápsula.
Escogeré uno de los aspectos del
significado: envoltorio de ciertos medicamentos que evita el sabor desagradable
de éstos.
La cápsula siempre tiene la misma
forma, sin embargo, tal vez no nos
fijamos en un efecto que sí cambia, la presión de nuestros dedos nunca es la
misma, y el blister de platina se rompe de forma desigual dejando restos
plateados por cualquier parte. ¿Imaginan abrir la platina con un cúter para no
estropear lo de fuera?.
Resulta inconcebible, porque lo racional
es que guardemos celosamente el interior y desechemos lo externo. Este símil,
llevado al extremo, nos puede conducir a otras cuestiones aparentemente
colaterales, pero que merecen cierta consideración. Guardamos nuestra casa,
nuestra ropa, expulsamos fuera la basura, tiramos al contenedor – la cápsula
guardabasuras- lo que no nos sirve. De igual manera, sacamos de nuestra vida lo
que carece de interés, aunque los medios de deducción por los que llegamos a
esta conclusión son a veces erróneos. Muchas de estas veces, la deducción la
provoca el miedo. El miedo a contaminarnos de otros pensamientos, otros gustos,
otras opciones o a sensibilizarnos con los problemas de los demás, que están
fuera de nuestra cápsula, pero en otra. Por ese motivo evitamos películas
dramáticas, violentas o de contenido agrio. Pasamos de canal cuando hay
noticias dolorosas o hirientes, dejamos de llamar a un amigo cuando tiene
problemas o deja de ser todo lo divertido que era antes … Ya, es cuestionable,
pero se puede constatar que nos mantenemos a salvo física y anímicamente.
También nos encerramos en cápsulas
emocionales, de dolor insoportable, cápsulas de tiempo perdido o letargo.
Cápsulas de conciencia, anestésicas o de emotividad retardada. Cápsula es la
huída que evita aceptar, comprender o luchar por el cambio. La representación
de todo aquello que, concebido de modo excluyente, obvia cualquier opción
externa. Así, sólo dejamos entrar, y muy de vez en cuando, algunas variantes
capsulares que aportan novedades y satisfacciones, siempre que no se desvelen
como elementos que alteren nuestra propia cápsula.
El universo entero se halla encapsulado
como un enorme blister de medicamentos cuyo interior contiene en esencia más o
menos lo mismo sólo que a todo el mundo no le sienta igual. En estos términos
se expresan los efectos secundarios o las interacciones, nada produce el mismo
impacto en cualquier organismo. Algunas cápsulas albergan algo valioso y/o
extremadamente nocivo.
Gestionar esto permite que se filtren y
compartan ideas y se abra una brecha indispensable para avanzar: la duda. Para
muchos, la base del éxito parece hallarse en determinadas cápsulas agrupadas en
torno a decisiones férreas y vocaciones inmutables a lo largo de la vida. No lamento
disentir. El relativismo es básico, nada es igual o todo puede serlo. Los
intereses compartidos conllevan intereses repartidos.
Me gusta saber qué hay en otras cápsulas, cómo hacer para sacarlas del blister, abrirlas o no, y desde
luego, ver las virutas plateadas que esparcen a su alrededor provocando formas
graciosas e inconscientes. Hay un dibujo imperfecto, siempre sorpresivo, que
define la diferencia entre el interior impermeable y la contaminación externa, aleatoria, caótica. Un caos más
real que la cápsula en que elegimos vivir.