miércoles, 28 de mayo de 2014

Diario de viaje II


Diario de viaje II

Esto de estar en Ámsterdam tiene sus ventajas. Una se acerca a los parques como si fuera la primera vez que ve las flores, lluvia suave todo el día. Las plantas crecen solas y con apenas una chaqueta es suficiente, si es prestada, mejor; si huele a ti, dos puntos. 
¿Cuándo te dije que me gustaba la lluvia? Es cierto. Sólo tengo algo más de precaución con el asfalto, las dos ruedas son muy vulnerables a la  lluvia. Más que yo.

Paseamos. Algunos cafés aparecen a los ojos como un refugio de otro tiempo, aquél en que se fumaba en los bares mientras sonaba jazz  y el bourbon se tomaba a tragos cortos.
No es que cualquier tiempo pasado fuese mejor, es que los cafés de franquicia que ahora crecen como setas , son intragables. Podría estar en cualquier sitio siempre que conservara una pizca de integridad. Ignoro cómo hemos llegado aquí, cómo nos hemos acostumbrado de tal modo al cartón piedra. Pocos lugares se reservan a la autenticidad, pocos, casi ninguno. La mayoría de las ciudades son suplantadas por un escenario de parque temático, carecen de capacidad para inventar recursos y crecer de un modo sostenible.  Obviamente, no son las ciudades, aunque consideremos que poseen una entidad suficiente para cautivar o ser rechazadas, la ciudad no es sino la representación esquemática de quienes la crearon, y no fue, podemos constatarlo, Italo Calvino. Ojalá! (Véase Ciudades Invisibles) .
Al margen de esto , pero no al margen, en general nos movemos diariamente entre cámaras de seguridad -¿seguridad para quién?- pantallas mediáticas que inundan el horizonte- mas bien avasallan e invaden nuestro tránsito- y estertores de espacios que agonizan mientras algún especulador se frota las manos.  Aún no he visto eso en Ámsterdam. Los canales cumplen una función histórica esencial y la conciencia de mantener el entorno aglutina algo más que compartir un carril bici.
Se puede comprar cualquier cosa que una desee, no en vano fue, desde los orígenes, una ciudad portuaria desde donde se creó una red comercial a escala mundial. Tampoco es extraño que la burguesía, protagonista por su gran papel frente al Antiguo Régimen, sentara sus bases aquí;  ni  parece raro asumir que comenzó así el interés coleccionista de obras de arte… y la bolsa.
Sí, hay cosas que el mercantilismo trae, no todas eran malas. Ahora he de cambiar mi idea sobre los sistemas políticos, pero no sobre Ámsterdam. Aquí me siento bien, y estoy casi segura de que la mayoría de obras de arte que exhiben en sus museos, no provienen de expolios como las de los grandes museos  de Alemania o Gran Bretaña, por poner algún ejemplo reconocible.

En unos años veremos donde acabaron las obras robadas durante la guerra de Irak…
Pero ahora estoy en Ámsterdam y el corazón me late al ritmo del pedaleo. Sólo quiero una Heineken y besarte. Después de todo. 

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