miércoles, 4 de diciembre de 2013

Lo justo y lo legal


Hoy me trae la “Querella argentina por los crímenes del franquismo” y una videoconferencia a la que acabo de asistir con víctimas y juristas de ambos lados del Atlántico.
Salvando los casi protocolarios asuntos técnicos, ha sido emocionante.
Pensamos que por el hecho de que la actualidad no deje de depararnos malas noticias y atentados contra los derechos humanos, hemos de olvidar lo que aún no se ha resuelto.
Si la injusticia no prescribe, la necesidad de hacer justicia tampoco. Es la síntesis de todo lo que se ha dicho en las 2 horas 30 minutos que ha durado. Y no se hizo largo, menos que cualquier película en la que, aunque sea por mero aburrimiento, nuestro límite de tolerancia queda superado. No, en este caso, los testimonios resultaron tan contundentes que suponía un gran esfuerzo abstraerse.

Convivimos intensamente con una rutina plagada de rupturas sociales, injusticias que se sostienen en la legalidad sin por ello resultar menos dolosas, pactos entre poderes que se apoyan y se otorgan el don de la impunidad. No es algo nuevo, y el paso del tiempo no debe ser inconveniente para llegar a una resolución satisfactoria.

Los comentarios comunes son: hay que dejar de remover el pasado para avanzar; que los muertos descansen en paz o que en todas las guerras se cometen atropellos…lo que no se dice es que aquí,  terminada la guerra, se firmaron sentencias de muerte durante 40 años más; que la libertad de expresión no se conocía y que, como comentábamos al final del acto, los jerifaltes no cambiaron en la transición, sólo la etiqueta del gobierno en virtud de algunos usos eufemísticos del lenguaje, pero el aparato siguió su marcha. ¿O es que los asesores, la iglesia todopoderosa y cómplice, los jefes de gabinetes, alto funcionariado y demás, se fueron al paro? 
Resulta irrisorio el “eslogan” del artículo 16.3 de la Constitución española ( no merece otro apelativo) a saber: ninguna religión tendrá carácter estatal… disculpen que no me levante (Groucho, cuánto te hubiera dado de sí todo esto) pero estoy escribiendo. ¿En qué universo conocido o por conocer vivimos en un Estado aconfesional??? Clama al cielo, si no fuera porque no existe salvo como elemento atmosférico, no es un interlocutor válido.

La manoseada transición sirvió de excusa para justificar que, aunque las cosas se estaban haciendo mal, como hasta entonces, al menos no se hacían de modo violento. Vale, de nuevo hay que reírse o llorar, rara elección. Se ensalzan voluntades y por poco les hacemos un altar  a estos transitorios señores ( no recuerdo una sola mujer) por hacer el duro trabajo que les tocó, entiéndase la ironía, de llevar al país por el camino anterior, sin novedades. Parece que lo veo. Franco en el lecho y Juan Carlos a la cabecera, velando al dictador: Juan Carlos, hijo mío, esto es lo que debes hacer, blablabla… 

Es sangrante el asunto de las desapariciones , de los-as niños-as robados-as, de los miles de personas que yacen en cualquier cuneta sin el respeto de la sociedad, porque está dejando patente que todos los muertos no son iguales: unos gozan de monumentos conmemorativos y continuos homenajes, que para eso los fascistas se las pintan solos, y los otros, los parias de la sociedad, los que defendían un gobierno legítimo y democrático, desaparecieron en la sombra para nunca jamás. 
Eso es doloroso, pero casi me molesta más la actitud buenista de tantos sectores sociales con el tema de la memoria histórica para quienes todo son chorradas y fanatismos. A ver, ¿estos niños y niñas de la sociedad del bienestar no saben lo que es perder algo en lo que se cree, que te lo arrebaten de las manos, que maten a tu familia, que saquen a tus hijos de tus entrañas y los entreguen a tus verdugos??? No salgo de mi asombro.   Obviamente no lo saben porque no lo vivieron, pero es tan extraño que no reconozcan el más mínimo atisbo de duda de pensar que algo no funcionó. 
No estamos hablando de la Edad Media, hablamos de anteayer. En la historia no ocurren las cosas de un día para otro, pero lo que está claro es que por algún extraño motivo, sí se pueden olvidar con relativa facilidad. Es casi más penoso que saber que una justicia amordazada por el miedo y la connivencia con los poderes no deja que sepamos la verdad, porque esto último sí está calculado. Por eso los países recurren unos a otros, porque los Derechos Humanos son universales aunque no pasen de ser una declaración de principios, en principio.
Y resulta, para unos inaudito, para muchos necesario, que Argentina responda a la petición española y se querelle con España por los crímenes franquistas. En nuestro país laico y aconfesional todo esto es paja, destituyen al único juez que llega un poco más allá, en la mejor tradición fascista, las formas no se pierden.
Pero el proceso no tiene retorno. 

Del lado de allá me agradó que el idioma les dotara de tanta riqueza. Aprendí una palabra que nunca había usado en nuestro contexto. Me gusta que llamen a las cosas por su nombre. Aquí los llamamos crímenes, pero ¿qué ocurre si esto es masivo? Crimen parece aludir  a algo esporádico y sin continuidad, pero allí tienen la palabra que cabe aplicar, lo llaman exterminio. Me parece ajustado, preciso y  carente de artificio. Las cosas por su nombre, insisto.

Definitivamente, creo tener más en común con algunos argentinos que con muchos españoles. Y dejo de lado lo impecable de su discurso, aunque me subyuga, pero francamente, hemos necesitado 30 años para dejarnos de la monserga de la transición como si fuera el último toro sagrado y empezar a enfrentarnos con y por nuestro pasado desde un plano más visible.
Todo-as tenemos muerto-as que enterrar, y lo ideal sería que el propio Estado lo asumiera, pero ya que no es así, Argentina es una puerta de par en par.
Si alguien no lo ve, le animo encarecidamente a que se encomiende a santa Lucía.



martes, 19 de noviembre de 2013

De regreso II




20:30. Pedaleo rumbo a mi noche con vosotros. El ipod reproduce de modo casi autónomo Fire in the mountain, el mismo tema con que me marché  el día anterior. Pretendía catalogarlo como himno de vuelta pero el destino quiso que fuera de doble recorrido. Una vez en la bici no atiendo al Ipod, bastante arriesgado es ya no llevar casco e ir por la carretera. Después, la cena, vuestra mirada singular y absorta, el oxígeno, el baño nocturno, los mil cojines con que intento acomodar tu dolorido cuerpo…no me habitúo, lo siento. Estoy pero me duele, y no debo decirlo. Te dejo acostada, papá mira la televisión y no soporto el atronador sonido que desparrama por toda la casa, me vuelve loca su falta de audición. Alguien habló sobre el efecto negativo de llamar sordos a los sordos, olvidé el eufemismo. Pido disculpas: mi padre está sordo como una tapia. Bajo a la calle para intentar alargar un poco el día, nada especial, charlas banales, una cerveza aquí, otra en la esquina, personas que conozco van y vienen, mis hermanos dan vuelta para desear felices sueños y comprobar que todo va bien. Nada va bien y no voy a decirlo, es probable que lo sepan.

22:30. Vuelvo a vuestro lado y entro en el cuarto. La máquina de oxígeno me despista, respira sola, incluso da señales de supervivencia, desconfío hasta que veo tu vientre en ascenso y descenso progresivo, no dejo de buscar en la oscuridad señales que otros ven, todo va bien. Nada va bien, me repito.
Busco mi pijama entre las bolsas negras de la percha, lo tengo. Leo La muerte de Iván Ilich y le quito una l, el otro día lo vi doble, efecto mariposa o etílico, le dupliqué las eles, pero me importa menos que nada. Este relato causa en mi el efecto de tres somníferos, es la cuestión principal. Sin embargo, no es un relato hueco. En el trasfondo de su muerte, está la vida que concibió de un solo modo, la alarma salta cuando el fluir de los acontecimientos no cuadra con su planificación exacta. La enfermedad y la muerte no estaban previstas. Menuda sorpresa.
Cierto que, de vez en cuando, apetece creer en algo, para perdurar o aplazar los deseos inasumibles para un futuro mejor, pero sólo es un recurso de la imaginación, volver a los 5 años y esperar a los reyes magos. 
El horizonte de expectativas es , básicamente, nulo. O está confundido.

7:30 Otro día cualquiera. Estoy en casa y reviso los horarios antes de ir a clase. Anoche, de nuevo en el trayecto de ida, sonó Asa y el mismo tema, me sorprendió, uso el ipod a diario, combinación aleatoria y display roto, no sé qué va a sonar,  raro que cuando voy a dormir con vosotros suene el mismo tema.
Intento que mi expresión no denote el malestar que siento, pero es imposible. Me fastidia – al margen de vuestra dependencia, que comprendo- el hecho de que ser mujer en el siglo XXI entrañe las  mismas convenciones de hace 50 años. Pero al fin y al cabo, estoy aquí de nuevo, atrapada en una responsabilidad que otros declinan para poner a salvo su salud mental y su tiempo de ocio. Mi salud mental pende de una tirolina de algodón de azúcar. Ahora odio el dulce.

Ha muerto Iván Ilich, previsible como lo son todas las muertes. Ingenuo hasta casi el último instante creyó sobrevivir a su propio espanto, a la certeza.
Ahora debo escoger otro libro para leer allí, y quizá sea uno que me acompañe más allá de la silla que hace de mesita o el flexo rojo, tal vez sea necesario integrar parte de mi vida en la vuestra, asumir el traslado de la lectura nocturna es un paso. Poco a poco, como Iván Ilich, reconozco mi error. Y por error entiendo que cuanto antes asimile que algo de mi estará con vosotros antes podré calmarme. Lo demás ya lo sé, nunca habéis salido de mi vida, pero yo sí.
Algunos creen que el pasado es un lastre, y ciertamente lo es, pero hay futuros que por certeros amenazan más, corroen  la entraña misma del futuro que no existe.
Sí, ya sé de las terapias, de acostumbrarse al dolor, de introducir un horario que distancie mi vida en mi de mi vida con vosotros, todo son eufemismos, sucedáneos para la rutina del miedo. No quiero que os vayáis y no soporto ver cómo os estáis yendo. Eso no va a cambiar. ¿Es que acaso diciendo esto atraeré la maldición? No, el corazón está ahí, la enfermedad, el transcurrir del tiempo, yo sólo lo digo pero lo saben todos.
No es nada excepcional, en eso estamos.

Mientras tanto, la vida transcurre opaca como un cuadro velado. Debió haber tanto ahí…pero la interpretación alcanza sólo donde llega la vista, nada puedo saber de lo oculto salvo que adivine la pasión, el deseo, los sueños…todo ello protegido o tal vez encadenado a cánones adversos, a épocas difíciles para engarzar una tela pesada con apenas pespuntes aprendidos de niña. Poco os enseñaron los libros sobre vivir. Ahora se dice mucho eso, vivir el presente, vivir a tope, lo raro es que los topes están antes que la vida en la mayoría de los casos. Abres una puerta y el tope apenas cede 10 centímetros. Tal vez hay que empujar más fuerte,  romper la puerta o cambiar de pasillo, cualquiera sabe. Yo he probado mil cosas y aún no encuentro el sentido de los topes. Sé que se fijan al suelo para no abrir la puerta más de lo preciso, pero la precisión debería ser más relativa.
Estoy cansada, cansada de este fuelle existencial. Igual el aire ruge como falta, y mi vida siempre fue así, estoy de acuerdo. Nunca aposté por algo indefinido, salvo la muerte. Como Chantal Maillard, sé que “ el infinito no existe, es la sorpresa de los límites”.
Entonces, ¿a qué tanto misterio? Iván Ilich, iluso; yo, ilusa; todos los que viven creyendo en la inmortalidad, ilusos; todos los que vivimos creyendo en cualquier cosa, ilusos igualmente. Nada es invariable, salvo el final de todo.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Cine de otoño II



La vida de Adele. La vie d'Adèle - Chapitre 1 & 2 (Blue Is the Warmest Colour), de Abdellatif Kechiche


En ese instante de tres horas (cineastas, piedad con el metraje de las películas), acabé por descifrar el enigma de las relaciones. Sí, así es. Lo importante, lo verdaderamente importante no es la relación, sino el modo de terminarla. Una puede dejarse la piel con alguien, en alguien, a medida que transitan los encuentros lo hacen igualmente los desencuentros, de modo que los intereses vitales  quebrantan el equilibrio, las conexiones se pierden y con ellas, decimos adiós a un tiempo único e irrepetible. 
Tendría que concluir ya que la mejor historia de amor es la que nunca empieza, sólo que el placer del inicio es adictivo como pocas cosas en la vida.

Hay muchas cuestiones que destacan en esta película.
En principio, lo arriesgado de la narrativa visual, rica en primeros planos y detalles, no sólo para las actrices o el director, para los/as espectadores/as también. La experiencia estética es bidireccional. Puede parecer descarado mostrar en detalle los labios , dibujados y perfectos; la lengua; el deseo; los cuerpos desnudos; el sexo; en la película lo entiendo como una opción estilística que subyuga, casi hipnótica.
Pocas veces, si no ninguna, he contemplado escenas de sexo entre mujeres tan reales, tan acordes… generalmente se empeñan en plasmar una excusa que muestra la intimidad de modo escueto y cursi, da grima. Lamentablemente el cine, como la conciencia , obvia ciertas realidades. Preferimos ver héroes o heroínas que nos incitan a ficciones paralelas de vidas fantásticas. Lo verdaderamente arriesgado es mostrar las cosas tal como son, en ese aspecto, bien por el director. Las actrices me parecieron excepcionales, especialmente Adèle Exarchopoulos. Al margen de las controversias originadas en los medios, ignoro si como promoción o ciertas, realizan un trabajo fantástico y creíble al cien por cien.
La idealización de los personajes es tan subjetiva como podría serlo si esto se viviera en primera persona, transmite la fascinación en grado superlativo. ¿ Es que acaso en momentos así no desaparece el resto del mundo y todo es: sus ojos, su boca, su risa, etc., etc.? Pues esa es la apuesta, ver a Adele como la ve Emma, y viceversa.

La película refleja de manera amplia y con matices la evolución sentimental y sexual de Adele. En plena adolescencia tiene experiencias con chicos hasta que aparece Emma. Ello le reporta las consabidas críticas por parte de su círculo de amigas que le exigen una autoetiqueta, pero la naturalidad con que vive la historia no merece indagar en conflictos internos. La relación entre ellas no es muy diferente de cualquier otra, la eclosión pasional; el tránsito hacia la rutina; la asunción de roles, no de hombre o mujer, ese es un tópico manido, sino de persona dominante que en algún momento hace desmerecer el papel de la otra, síntesis de cualquier relación que podamos imaginar con todas las permutaciones de género posibles, porque sólo depende del carácter de cada cual, de su madurez, del grado de compromiso, de la comunicación… sí, sólo de eso y nada menos.
Ocurre que alguna cree que su perspectiva vital es la más adecuada, a partir de ahí la otra queda proyectada como una sombra que aparece al pulsar un interruptor. Desencuentros malinterpretados. La autoestima y la supervivencia peligran, todos los recursos se ponen en marcha para lograr vencer la sensación de soledad y desasosiego por la pérdida anticipada. Proliferan los errores, no juzgo cual de las dos se equivoca más. La experiencia es importante, pero ellas carecen aún de enfoque, incluso de perspectiva, la relación no aspira a prevalecer.  Ruptura y… la vida continua. Se engendran nuevos peones que ocupan el lugar de la reina destronada, o son varias reinas, no sabría decir, lo común.
Siempre es lo mismo. Alguien deja de querer, alguien sufre, alguien muere en un extremo de su piel, sobrevienen la amputación y el dolor del miembro fantasma, diría Martha, quizá.

Los títulos son precisos y claros. Es la vida de Adele la que se transforma, su pasión vertebra la historia. Emma evoluciona previsiblemente: estudiante de arte, luego pintora, después gloria.  Adele sostiene el relato  más allá de la ruptura.  En la secuencia final la cámara se marcha con Adele, atrás han quedado la exposición Emma y su éxito. En las obras de Emma  el rostro y el cuerpo de Adele, pero  Adele desaparece.

Lo que decidí ayer , en tanto no surjan cambios, es que las relaciones hay que cuidarlas especialmente al final, que es lo inevitable, nada perdura. En ese caso, si queremos andar enteras, con todos los órganos y  extremidades, resulta imprescindible crear un espacio alternativo, algo así como un invernadero emocional donde puedan subsistir pasado y presente.
No hablo de bajarse en la misma estación, de no avanzar, hablo de argumentos que sustenten la idea de que no nacemos en cada historia, sino que convivimos con lo que hemos sido hasta ahora. La vida no es un dibujo a lápiz que se pueda borrar a voluntad, merece la pena afianzar el trazo cuando una pone la piel en algo, aunque sea para no perderla, parafraseo a S. Sontag.

Los dibujos se alteran, en los lienzos se puede repintar ,  y aunque hay quien se empeña en ignorar la evolución de las obras,  con rayos x se puede ver hasta el más mínimo cambio en pinturas de hace siglos. Con un poco de intuición y paciencia, también podremos mejorar la visión que tenemos de las relaciones pasadas, no es necesario el uso de tecnología .

Eso sí, el cerebro tiene mucho que decir respecto a la recepción de mensajes. En ese caso, si la evolución no es apreciable, mejor pintar pompas de jabón o peces,  los rayos x no descifran un mensaje truncado, ni falta que hace.

domingo, 20 de octubre de 2013

CINE DE OTOÑO




Desde ayer me obsesiona una película, Casa de tolerancia ( Bertrand Bonello , 2011). Titulo original: L’Apollonide, Souvenirs de la maison close.

Había quedado para ver otra proyección, pero tenía tiempo y el tema parecía interesante: la vida en un burdel del siglo XIX.
La primera secuencia nos sitúa en un pasillo con numerosas puertas. Aún no sabemos nada del espacio interior o exterior. Del exterior no sabremos nunca. El tránsito por ese pasillo será uno de los ejes a lo largo de la película. No puedo describir los planos, sólo la he visto una vez, pero me conmocionaron las imágenes y las historias cruzadas que se suceden sin tregua.
Dejé a un lado, con sumo esfuerzo, reconozco, la cuestión no moral, sino ideológica, del debate siempre controvertido sobre la prostitución. Me enfrenté a la pantalla de la filmoteca a pulmón abierto, aunque el corazón saltó y las tripas me dieron señales de que aquel iba a ser un duro trago.
En escena, un grupo de mujeres jóvenes y hermosas encerradas en un ambiente modernista, bello y decadente, lujoso, hedonista. El contrapunto, un devenir de hombres: feos, guapos, jóvenes, gordos, viejos, ricos , enfermos de poder y aburrimiento. Ellos pueden ser todo. Ellas serán sólo y según cada uno de ellos.
Suelo escribir sobre películas o libros sin leer las críticas, no me interesa demasiado el aspecto formal o técnico, me interesa el arte desde una percepción vivencial, una experiencia estética con todas las connotaciones. Pero esta vez había leído el comentario previamente. Curioso leer en la hoja de sala como para el crítico “ las imágenes son frías, terribles y despiadadas”. Coincido en los dos últimos calificativos, de frías nada. Frías ¿ por qué? ¿Porque en los albores del siglo XX los incontenibles cambios sociales originan desazón en las clases privilegiadas? ¿ Porque el tedio los abruma?
En la pantalla asisto a un espectáculo desalentador. Una chica hace de muñeca, casi  hinchable pero con cerebro. El tipo la inclina y la penetra por detrás, como a una muñeca inexpresiva e inerte, pero eso es lo que él quiere, ella sólo desgrana parte de sus deudas con la dueña.
Un cliente desfigura a otra de las prostitutas, y mientras corta su rostro desde los labios hacia las mejillas, le pregunta si le gusta. Su aspecto queda marcado por la sonrisa inmutable del Joker, referencia ineludible. Más adelante, esta misma chica pasa a ser un animal extraño al que exhiben para recreo de los morbosos en otros burdeles, la mujer que ríe, una atracción de feria. Se suceden historias semejantes en dolor y falta de expectativas. La dueña es una madre de familia que preserva a sus hijos de los avatares de la fortuna: los gastos y las exigencias del propietario de la casa ocasionan que algunas chicas sean vendidas a otros burdeles, terrible para su economía, lástima. Utiliza sus contactos con clientes de la alta jerarquía para salir a flote. Nobleza paradójica.
El pasillo nos muestra de vez en cuando el ir y venir de las chicas de una habitación a otra, de un cliente a otro, a veces enumeran la cantidad de clientes del día, otras se aconsejan sobre cuestiones higiénicas o de salud, se abrazan, se cuidan. Pese  a todo, la sífilis aparece, la muerte también, pero casi es lo de menos.
A estas alturas  tengo el estómago en la garganta y la garganta anudada a no sé qué parte del cerebro. Esperar al final ¿ para qué? No habrá final, eso es más que obvio. Pero no puedo levantarme de la butaca.
En el salón de L’Apollonide se concentran los deseos y las frustraciones, y es una cuestión de género. Los deseos de los clientes revierten en progresión geométrica sobre las frustraciones de estas mujeres. Es imposible abstraerse como lo es no pensar en "Eyes Wide Shut" ( S. Kubrick, 1999) cuando se observan determinados planos, secuencias o escenografías. Igualmente fascina la iluminación, la atmósfera, hermosa y cruel a partes iguales. La desmesura del dolor contrasta terriblemente con la belleza formal. Pocas veces algo me cautivó tanto como me hirió. Pero las imágenes no tienen la prerrogativa de ser frías. En todo caso, quizá para quien observe esto desde un plano esquemático.
Premeditadamente hablo de la traducción del título, inapropiada y torpe. La tolerancia, se infiere, es permitir algo que no nos agrada pero consentimos por respeto a la diferencia esencial entre personas. De partida, y en el mejor de los casos, el término adquiere un uso limitado y discriminatorio. En el peor, se alude a la supremacía de una ideología determinada.
Me gustaría saber en qué momento de la historia de la humanidad la humillación, el dolor, la alienación, el abuso, la agresión y cuantos apelativos se deriven de éstos, empezaron a ser tolerados por parte de la clase progresista, entre comillas.
Ahora no encuentro mucha diferencia entre el trato que damos  a las prostitutas o a los monos: se les echa cacahuetes en las jaulas y todavía hay quienes opinan que lo hacen porque les gusta

La secuencia final muestra un París moderno en el que las prostitutas ocupan el mismo lugar, la esquina de una carretera, frontera entre siglos o aparcamiento eventual , da lo mismo. Y no es París, es cualquier sitio. No existen opciones, sí tolerancia. Ambigüedad formal en todas las maneras posibles. La sociedad evoluciona por parcelas cerradas, en términos obtusos y oscuros. El sexismo no encuentra barreras ideológicas ni temporales. Sobrepasa todos los límites, es más, parece infinito. Me jode infinitamente.

Aguanté hasta los créditos, no sabía si tomar agua o  vodka. 
A la salida encontré a la gente con que había quedado para ver la siguiente, “La bicicleta verde”, agradable y reivindicativa, según la sinopsis, pero mi cerebro estaba saturado de imágenes de mujeres llorando semen, y mi estómago, no digamos.

Ni el vodka consiguió alejar de mi esa imagen. Y sí, sólo era una película.

De regreso




Estoy aquí, justo en la habitación de al lado. Pese a los tapones de silicona escucho el respirador artificial marcando un ritmo extraño, tu sueño se acompasa tras dos calmantes, un parche de morfina y dos lorazepanes. Llevé en mi mochila todo lo necesario. Libro, papel, lápiz, teléfono, música, incluso una botellita de Jack Daniels, por si la ocasión lo requería. En la percha de mi improvisada habitación se acumulan las bolsas con los pijamas de cada cual. Es curioso, todas son negras, hay que abrirlas para descubrir quien se enfundará esa noche el traje de cuidador-a. Finalmente, escojo un libro de la estantería, uno de los pocos que dejé al marcharme, hace 30 años, para que no me echaras de menos, para que supieras que un día volvería a recogerlo: La muerte de Iván Illich, de Tolstoi. Leo hasta caer rendida. En lo más profundo del sueño me despierta una melodía aún ajena, un soniquete a medias entre el toque de diana y la banda sonora de un western, parece que hay que llamar a la caballería. Sin saber donde estoy, me levanto. Esperas paciente. Tomo tu mano y te llevo al baño. Papá, en la cama de al lado, pregunta invariablemente qué hora es, me sonrío, no llevo reloj, qué más dará, ¿es que tienes una cita?  Puede que sean las 3 de la mañana.
Volvemos de la mano con pasos cortos y torpes. Te coloco  el oxígeno y te arropo. La misma operación horas después, la misma pregunta sobre la hora, busco un reloj, las 6,30. De regreso a la habitación ya no concilio el sueño. Dejo el pijama en su bolsa correspondiente . Aún dormirás tres horas más y  necesito irme a casa.
Atravieso las avenidas en la moto, el tráfico es escaso y la temperatura agradable. Sé que es imprudente, pero debajo del casco llevo los auriculares y suena un tema de Asa, Fire on the mountain,  me olvido de Iván Illich y de la bolsa negra con mi pijama.

jueves, 25 de julio de 2013

CINCUENTA MINUTOS


Cincuenta minutos.

No se trata tiempo. Es un cheque al portador para correr sin pensar en el dolor de huesos, la edad, la temperatura, los mosquitos, el tabaco o el vino de la noche anterior.
Para no escuchar a Damien Rice o Iyeoka, sino a Bruce Sprinsgtein, The Pretenders, Lily Allen, Al Jarreau, St. Germain, siempre que intensifiquen mi ritmo.
Cincuenta minutos extensibles los fines de semana, cuando no me reclama el desayuno que preparo para otros de lunes a sábado.  Me alejo de los exámenes, del trabajo, del dolor que a veces me produce vivir, porque hay una prioridad, correr ( o salir corriendo, si imprimo a esto algo de humor). Y no lo mide el tiempo, sino los temas que suenan en el Ipod. El recorrido varía, pero sé que cuando llego a Nina Simone llevo una hora corriendo: My way, es superior a la versión de Sinatra desde muchos puntos de vista.
Hay cosas que sólo pueden verse si una sale a correr junto al río en invierno. Es la luz o la falta de ella, los reflejos de la luna en el agua, los edificios, todo se transmuta cuando el frío hace que los ojos lagrimeen, las visiones son más parecidas a los sueños que a las realidades. En verano es distinto. Algunas mañanas la luna me prende desde que salgo y al dar la vuelta al puente encuentro un sol turgente que arremete contra el perfil de los edificios, es casi un juego de poder. Sí, no es nada nuevo, pero lo es, el hecho de que ocurra a diario no significa que la conciencia lo perciba.
Volviendo a la carrera, hay un momento que nunca cambio pese al recorrido dispar: el final. Me gusta acabar  junto a un parque infantil donde hay una fuente. Mientras se ajustan mi respiración y mis músculos bebo y observo el ritmo de la mañana, reconozco a cada cual, sus perros, sus andares, su devenir. No sé nada pero sé. Horarios, nombres de animales, rutinas… la mujer que contempla el amanecer desde una esquina apartada, la dueña de los perros Nela y Luki, la chica de ojos verdes  que me clava la mirada desde que aparezco y estalla en risa cuando nos saludamos… tengo que pedirle el teléfono o un día la risa me hará caer…
Todo esto me hace pensar en cuanto he odiado las rutinas a lo largo de mi vida. Los trabajos, las relaciones… todo se convierte en rutina, o somos nosotros… probablemente.
Adaptarse a un esquema forma parte de la existencia, con mayúsculas, y quizá sea ese uno de mis mayores problemas. Cuando algo deja de satisfacerme no hay rutina que valga. Abandono. No deseo algo inmutable. Supongo que, intrínsecamente, se corresponde con un modo de vida anárquico y egoísta, es posible. Sin embargo, puedo adaptarme a las necesidades de otros sin grandes esfuerzos, lo que no soporto es que eso forme parte de mi vida, que mis necesidades sean rutinarias, que el placer sea rutinario porque deja de ser placentero por definición. Odio que los proyectos comunes o individuales transformen los días en un conjunto de binomios inseparables o arquetipos que podrían formar parte de un rótulo publicitario.

Por varios motivos entiendo que los ritmos varían y los seres humanos no son calcos.
Supongo que cierto grado de disciplina es beneficiosa, pero sólo lo supongo, con serias dudas y en programas personalizados.
Y, como ocurre en las conversaciones, esto me lleva a valorar la cantidad de tiempo que perdemos sólo para agradar, para intentar coincidir con lo que para otros es “normal”. Tardaríamos menos en comprender las diferencias y aceptarlas tal como se aceptan los cambios horarios en un viaje. ¿Es que acaso estar con una persona u otra no ocasiona algo parecido al jet lag? Otro cuerpo, otras costumbres, la diferencia forma parte del cambio. Nunca deseé estar en el ecuador de las rutinas. Cada cual inclina la balanza hacia su preferencia singular y exclusiva, sin embargo, nuestra torpeza carece de límites. Aspiramos a encontrar a alguien que tenga exactamente la misma escala sin calcular la consecuencia inevitable: en el sur los hilos se despliegan en tanto que en el norte se congelan, y sólo es una observación climatológica.
¿Hasta dónde nos puede llevar esa extraordinaria ceguera mental?.
Tal vez la afinidad esté sobrevalorada. En realidad puede que se trate meramente de una forma más o menos aceptable de reconocer que somos incapaces de adaptarnos al ritmo vital o mental de otras personas.
Finalmente, imagino que todo esto es más rentable para la autoestima que pensar que, simplemente, somos unos tarados emocionales.
Pero sólo pienso en esto después de correr, tengo cincuenta minutos de tregua, casi nada para algunos, mi medida es otra.

sábado, 25 de mayo de 2013

Quel dommage...


Mientras escribo un texto sobre Sophie Calle suena Jay Jay Johanson, Anywhere anytime. 
Al tiempo,  persiste un verso de M. Hernández: “alrededor de tu piel ato y desato mi vida".
El verso lo hallé impreso en una lona que colgaba de un balcón antiguo.
En el balcón ondeaban, a modo de bandera, un mantón negro y un pañuelo de cuello.
El deseo añadió alguna prenda más que hubiese rozado tu piel, al fin desatada de la mía.
Quel dommage! Jay continua en la play list  y sólo quiero salir a correr.

martes, 9 de abril de 2013

¿De cine?


La sesión había comenzado cuando caí rendida en el sofá.
El sábado me desbordó el trabajo. El domingo, tras un funeral, regresé a casa con la energía justa para salir a correr. Resultó curioso que durante la carrera volviera  a coincidir con algunas personas presentes en el funeral, ahora de paseo con sus hijos-as , en bicicleta o a pie… mientras yo corría junto al río, un amigo querido despedía a su madre para siempre, hasta nunca.
Quise desconectar de mí, el mundo estaba fuera y  la película dentro. Del mismo modo que en la vida, nos adaptamos  a lo que va surgiendo con mayor o menor suerte. 
Amor y otros desastres, Alek Keshishian, 2006, fue el título elegido entre la maraña de canales absurdos con que nos atormenta la televisión.
El film, agradable, sólo necesitaba eso. El guión, comedia trufada de pequeños escalones donde quedarse a pensar, si una quería, mínimo exigible. Me agradan las películas sobre relaciones humanas, no románticas en exceso, tanto si hablamos del uso tópico o artístico del término. Ahora me aburren por igual el pasteleo y el drama compungido. Mi personaje, al que seguí y  me enganchó para no apagar el televisor: un guionista homosexual en constante búsqueda de la relación ideal en el lugar-persona equivocado-a. Por momentos se asemejaba a una paráfrasis vital que reconocía en extremo. Enredos más o menos logrados, a la usanza, no hay que obviar el carácter industrial del cine, estoy de acuerdo. Su mejor amiga, una chica atrapada entre el papel de celestina y el de Holly de Breakfast at Tiffany's, Blake Edwards, 1961. Difícil cocktail, aunque todo depende de la adaptación. El personaje igualmente resultaba familiar, miedo al compromiso, sexo sin amor, amor sin sexo… en el cine…la vida a ratos.
Bien entendido todo es salvable, se trata de ficción, obvio. La vida es insalvable en muchos casos.
Planteada la trama, casi todo puede ocurrir,  tras la astucia de barajar opciones de triunfo o fracaso se nos presenta la auténtica dificultad: hora y media de entretenimiento no es suficiente para saldar el día.
Hice amagos de trabajar, tan torpes que ni me di por enterada. Continué en el sofá, ¿la tarde de los protagonistas gays? Lo ignoro. Como los demás, el título de la siguiente, Vincent Garenq, 2008.
Un chico homosexual que desea ser padre se enfrenta a todas las dificultades posibles que, también en la realidad, nos afectan. Ruptura de pareja por desacuerdos en este punto, adopciones frustradas por su orientación sexual, vientres de alquiler… lo mejor: el accidente de coche ( encuentro-choque ) en el que Fina entra en escena, finalmente mantienen una amistad apasionada entendida por ambos de distinta manera. De nuevo la vida en el cine… a ratos. Pero no estoy para hablar de cine.

Esa tarde me quedó la certeza de que amar es desastroso desde cualquier punto de vista. Si existe continuidad, al primer espasmo cerebral le sucede la rutina que descarta, casi de manera tajante, la motivación. En caso contrario, el olvido. ¿Tal vez se trata de una mera elección…? No me lo creo, nunca pude comprobarlo.

Pretexto: distancia, contexto: Banville: "las palabras no sienten vergüenza y nunca se sorprenden" ,  Antigua luz,  Alfaguara, 2012.
Texto: Ausente. Otro modo de comunicación, si se quiere, basta con el silencio.
Prefiguración: Amor intermitente. Figuración: deseo intermitente, deseo…Configuración: duda …

Hoy duele la piel; duelen los labios, rotos de besos…
Mañana, otra escotadura. Otro lugar que habitaré con ansia hasta el día siguiente…para volver a empezar…sin demora.
Inexorablemente, tú harás lo mismo. El tiempo verbal es aleatorio.

Precontexto: impaciencia proxémica. Insisto, "las palabras no sienten vergüenza...". Los gestos ignorados tampoco, añado.
¿Cálculo aproximado de error? Imposible.

lunes, 1 de abril de 2013

Sobre la proxemia


Últimamente me siento fascinada por el lenguaje. Siempre me sedujo de un modo peculiar, compruebo que exceder sus límites atrae. La conversación gira y se enreda mezclada a partes iguales con tequila y café. No es apto para todos los paladares, me consta... o no. Depende de la proxemia.

En nuestros días la aculturación se produce en términos semejantes al comercio fenicio. Unidas a los productos importados o exportados, van las palabras. Antes que las costumbres o  la cultura, adoptamos el modismo. El lenguaje se acerca a nuestros cerebros ocupando el hueco de la necesidad o la carencia, ambivalente y amplia. En ocasiones, la colonización se efectúa sin requerimientos previos, puede tratarse tanto de un tópico como de una moda, lugares comunes. La injerencia de términos ajenos no se cuestiona, se asimila a nuestra piel demudada por estaciones, temporales o de tránsito real.

No obstante, algo extraño sucede cuando adoptamos las palabras por afinidad o  pura seducción: el lenguaje proxémico. Una suerte de conjugaciones externas que ejercen, con grados, atracciones en distintos sentidos, la sorpresa altera el espacio entre dos puntos cuya distancia más corta no ha de medirse, necesariamente, en línea recta. Más bien ondea como una espiral abierta en ambos extremos, incluso con puntos suspensivos.
En ese instante la percepción de la realidad es por completo permutable, confluyen las ideas, la gestualidad y el riesgo, mientras la combinación de letras se enmaraña en los rizos de un capricho que obvia los límites: trascenderlos es sólo cuestión de palabras.
Definitivamente, diría alguien, hablar es una zona erógena.

martes, 19 de marzo de 2013

Entre pensar y no


librepensamiento.
(De libre y pensamiento).

1. m. Doctrina que reclama para la razón individual independencia absoluta de todo criterio sobrenatural.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados



Ayer, en las noticias de una cadena televisiva, aludían a J.J. Millás y su comentario sobre la situación política y social de nuestro país con esta locución : un librepensador de izquierdas… ¿Quiere eso decir que existen librepensadores de derechas o  por el contrario la descripción excluye directamente a la derecha como marco del librepensamiento?
Dado que el diccionario no abunda en matices, la controversia ha de hallarse oculta al final de la descripción de la RAE: criterio sobrenatural. Esto me lleva a otro planteamiento: ¿Lo sobrenatural posee criterio? ¿Debemos inferir que en el pensamiento de derechas el criterio sobrenatural ejerce mayor dominio?

Según la RAE, de nuevo, lo sobrenatural excede lo natural , no expresa en qué sentido, por tanto entiendo que de cualquier modo. Así que nos hallamos ante un significado que reclama para la persona librepensadora independencia del criterio que excede lo natural.
Francamente, tampoco me cuadra. Podría contextualizar, aunque no me siento en la obligación de hacerlo. La razón individual  aparece sobreentendida como natural, por deducción. Así las cosas, quizá opte por declararme antinatural: el pensamiento humano dista mucho de ser una cuestión general y carente de matices. Lo natural, pues, en mi opinión, es disentir. Lo sobrenatural, sería, consecuentemente, no contradecir los presupuestos del pensamiento excedido hasta los límites que marca lo naturalmente establecido sin género de duda…disculpen que no me levante, pero esta descripción me recordó tanto a esos diálogos de Groucho Marx… Lo imagino deambulando sobre la mesa de la RAE, sin letra en el sillón o con una combinación alfabética aleatoria y librepensadora, a saber… en dos zancadas se fumaría el abecedario.
El copyright de la RAE lo aclara : Todos los derechos reservados. Y tanto, dudo que se pueda hallar la fuente de una información tan detallada¿?
Que esto rija la manera de expresarnos con pulcritud no deja de representar una tremenda paradoja.
Concluimos que el uso de la lengua requiere un contexto. No obstante, remitir al pensamiento libre en un telediario de ámbito nacional en 2013, suena más bien a pretexto. Muy mal deben andar las cosas para reivindicar el espacio connotativo entre pensar, ser libre y de izquierdas.