miércoles, 4 de diciembre de 2013

Lo justo y lo legal


Hoy me trae la “Querella argentina por los crímenes del franquismo” y una videoconferencia a la que acabo de asistir con víctimas y juristas de ambos lados del Atlántico.
Salvando los casi protocolarios asuntos técnicos, ha sido emocionante.
Pensamos que por el hecho de que la actualidad no deje de depararnos malas noticias y atentados contra los derechos humanos, hemos de olvidar lo que aún no se ha resuelto.
Si la injusticia no prescribe, la necesidad de hacer justicia tampoco. Es la síntesis de todo lo que se ha dicho en las 2 horas 30 minutos que ha durado. Y no se hizo largo, menos que cualquier película en la que, aunque sea por mero aburrimiento, nuestro límite de tolerancia queda superado. No, en este caso, los testimonios resultaron tan contundentes que suponía un gran esfuerzo abstraerse.

Convivimos intensamente con una rutina plagada de rupturas sociales, injusticias que se sostienen en la legalidad sin por ello resultar menos dolosas, pactos entre poderes que se apoyan y se otorgan el don de la impunidad. No es algo nuevo, y el paso del tiempo no debe ser inconveniente para llegar a una resolución satisfactoria.

Los comentarios comunes son: hay que dejar de remover el pasado para avanzar; que los muertos descansen en paz o que en todas las guerras se cometen atropellos…lo que no se dice es que aquí,  terminada la guerra, se firmaron sentencias de muerte durante 40 años más; que la libertad de expresión no se conocía y que, como comentábamos al final del acto, los jerifaltes no cambiaron en la transición, sólo la etiqueta del gobierno en virtud de algunos usos eufemísticos del lenguaje, pero el aparato siguió su marcha. ¿O es que los asesores, la iglesia todopoderosa y cómplice, los jefes de gabinetes, alto funcionariado y demás, se fueron al paro? 
Resulta irrisorio el “eslogan” del artículo 16.3 de la Constitución española ( no merece otro apelativo) a saber: ninguna religión tendrá carácter estatal… disculpen que no me levante (Groucho, cuánto te hubiera dado de sí todo esto) pero estoy escribiendo. ¿En qué universo conocido o por conocer vivimos en un Estado aconfesional??? Clama al cielo, si no fuera porque no existe salvo como elemento atmosférico, no es un interlocutor válido.

La manoseada transición sirvió de excusa para justificar que, aunque las cosas se estaban haciendo mal, como hasta entonces, al menos no se hacían de modo violento. Vale, de nuevo hay que reírse o llorar, rara elección. Se ensalzan voluntades y por poco les hacemos un altar  a estos transitorios señores ( no recuerdo una sola mujer) por hacer el duro trabajo que les tocó, entiéndase la ironía, de llevar al país por el camino anterior, sin novedades. Parece que lo veo. Franco en el lecho y Juan Carlos a la cabecera, velando al dictador: Juan Carlos, hijo mío, esto es lo que debes hacer, blablabla… 

Es sangrante el asunto de las desapariciones , de los-as niños-as robados-as, de los miles de personas que yacen en cualquier cuneta sin el respeto de la sociedad, porque está dejando patente que todos los muertos no son iguales: unos gozan de monumentos conmemorativos y continuos homenajes, que para eso los fascistas se las pintan solos, y los otros, los parias de la sociedad, los que defendían un gobierno legítimo y democrático, desaparecieron en la sombra para nunca jamás. 
Eso es doloroso, pero casi me molesta más la actitud buenista de tantos sectores sociales con el tema de la memoria histórica para quienes todo son chorradas y fanatismos. A ver, ¿estos niños y niñas de la sociedad del bienestar no saben lo que es perder algo en lo que se cree, que te lo arrebaten de las manos, que maten a tu familia, que saquen a tus hijos de tus entrañas y los entreguen a tus verdugos??? No salgo de mi asombro.   Obviamente no lo saben porque no lo vivieron, pero es tan extraño que no reconozcan el más mínimo atisbo de duda de pensar que algo no funcionó. 
No estamos hablando de la Edad Media, hablamos de anteayer. En la historia no ocurren las cosas de un día para otro, pero lo que está claro es que por algún extraño motivo, sí se pueden olvidar con relativa facilidad. Es casi más penoso que saber que una justicia amordazada por el miedo y la connivencia con los poderes no deja que sepamos la verdad, porque esto último sí está calculado. Por eso los países recurren unos a otros, porque los Derechos Humanos son universales aunque no pasen de ser una declaración de principios, en principio.
Y resulta, para unos inaudito, para muchos necesario, que Argentina responda a la petición española y se querelle con España por los crímenes franquistas. En nuestro país laico y aconfesional todo esto es paja, destituyen al único juez que llega un poco más allá, en la mejor tradición fascista, las formas no se pierden.
Pero el proceso no tiene retorno. 

Del lado de allá me agradó que el idioma les dotara de tanta riqueza. Aprendí una palabra que nunca había usado en nuestro contexto. Me gusta que llamen a las cosas por su nombre. Aquí los llamamos crímenes, pero ¿qué ocurre si esto es masivo? Crimen parece aludir  a algo esporádico y sin continuidad, pero allí tienen la palabra que cabe aplicar, lo llaman exterminio. Me parece ajustado, preciso y  carente de artificio. Las cosas por su nombre, insisto.

Definitivamente, creo tener más en común con algunos argentinos que con muchos españoles. Y dejo de lado lo impecable de su discurso, aunque me subyuga, pero francamente, hemos necesitado 30 años para dejarnos de la monserga de la transición como si fuera el último toro sagrado y empezar a enfrentarnos con y por nuestro pasado desde un plano más visible.
Todo-as tenemos muerto-as que enterrar, y lo ideal sería que el propio Estado lo asumiera, pero ya que no es así, Argentina es una puerta de par en par.
Si alguien no lo ve, le animo encarecidamente a que se encomiende a santa Lucía.



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