Últimamente me siento fascinada
por el lenguaje. Siempre me sedujo de un modo peculiar, compruebo que exceder
sus límites atrae. La conversación gira y se enreda mezclada a partes iguales
con tequila y café. No es apto para todos los paladares, me consta... o no.
Depende de la proxemia.
En nuestros días la aculturación
se produce en términos semejantes al comercio fenicio. Unidas a los productos
importados o exportados, van las palabras. Antes que las costumbres o la cultura, adoptamos el modismo. El
lenguaje se acerca a nuestros cerebros ocupando el hueco de la necesidad o la
carencia, ambivalente y amplia. En ocasiones, la colonización se
efectúa sin requerimientos previos, puede tratarse tanto de un tópico como de
una moda, lugares comunes. La injerencia de términos ajenos no se cuestiona, se
asimila a nuestra piel demudada por estaciones, temporales o de tránsito real.
No obstante, algo extraño sucede cuando
adoptamos las palabras por afinidad o
pura seducción: el lenguaje proxémico. Una suerte de conjugaciones externas que ejercen, con grados, atracciones en
distintos sentidos, la sorpresa altera el espacio entre dos puntos cuya
distancia más corta no ha de medirse, necesariamente, en línea recta. Más bien
ondea como una espiral abierta en ambos extremos, incluso con puntos
suspensivos.
En ese instante la percepción de
la realidad es por completo permutable, confluyen las ideas, la gestualidad y
el riesgo, mientras la combinación de letras se enmaraña en los rizos de un
capricho que obvia los límites: trascenderlos es sólo cuestión de palabras.
Definitivamente, diría alguien, hablar es una zona erógena.
Night and Day, canta Ella. En la pared " El Beso" de Klimt.
ResponderEliminarQuerida Berliner, te animas a publicar y alteras todo el cosmos.
Proxemia. Aprender una palabra así es similar a descubrir un nuevo cometa, detrás del brillo que desprende hay una estela de matices cromáticos que me ha encandilado. Infinidad de fragmentos, como pequeños espejitos, donde se reflejan mis gestos, el lenguaje corporal de los demás, mis movimientos, mis miedos, mis afectos...
Conocerme un poco más. Ya sabes lo torpe que soy en las distancias cortas, aunque tu siempre me ayudaste. Gracias Hada de las palabras.
La noche y el día están tan cerca como tu y yo, aunque nunca nos veamos.
Te quiero preciosa.
Sebastian Lübeck.