lunes, 11 de noviembre de 2013

Cine de otoño II



La vida de Adele. La vie d'Adèle - Chapitre 1 & 2 (Blue Is the Warmest Colour), de Abdellatif Kechiche


En ese instante de tres horas (cineastas, piedad con el metraje de las películas), acabé por descifrar el enigma de las relaciones. Sí, así es. Lo importante, lo verdaderamente importante no es la relación, sino el modo de terminarla. Una puede dejarse la piel con alguien, en alguien, a medida que transitan los encuentros lo hacen igualmente los desencuentros, de modo que los intereses vitales  quebrantan el equilibrio, las conexiones se pierden y con ellas, decimos adiós a un tiempo único e irrepetible. 
Tendría que concluir ya que la mejor historia de amor es la que nunca empieza, sólo que el placer del inicio es adictivo como pocas cosas en la vida.

Hay muchas cuestiones que destacan en esta película.
En principio, lo arriesgado de la narrativa visual, rica en primeros planos y detalles, no sólo para las actrices o el director, para los/as espectadores/as también. La experiencia estética es bidireccional. Puede parecer descarado mostrar en detalle los labios , dibujados y perfectos; la lengua; el deseo; los cuerpos desnudos; el sexo; en la película lo entiendo como una opción estilística que subyuga, casi hipnótica.
Pocas veces, si no ninguna, he contemplado escenas de sexo entre mujeres tan reales, tan acordes… generalmente se empeñan en plasmar una excusa que muestra la intimidad de modo escueto y cursi, da grima. Lamentablemente el cine, como la conciencia , obvia ciertas realidades. Preferimos ver héroes o heroínas que nos incitan a ficciones paralelas de vidas fantásticas. Lo verdaderamente arriesgado es mostrar las cosas tal como son, en ese aspecto, bien por el director. Las actrices me parecieron excepcionales, especialmente Adèle Exarchopoulos. Al margen de las controversias originadas en los medios, ignoro si como promoción o ciertas, realizan un trabajo fantástico y creíble al cien por cien.
La idealización de los personajes es tan subjetiva como podría serlo si esto se viviera en primera persona, transmite la fascinación en grado superlativo. ¿ Es que acaso en momentos así no desaparece el resto del mundo y todo es: sus ojos, su boca, su risa, etc., etc.? Pues esa es la apuesta, ver a Adele como la ve Emma, y viceversa.

La película refleja de manera amplia y con matices la evolución sentimental y sexual de Adele. En plena adolescencia tiene experiencias con chicos hasta que aparece Emma. Ello le reporta las consabidas críticas por parte de su círculo de amigas que le exigen una autoetiqueta, pero la naturalidad con que vive la historia no merece indagar en conflictos internos. La relación entre ellas no es muy diferente de cualquier otra, la eclosión pasional; el tránsito hacia la rutina; la asunción de roles, no de hombre o mujer, ese es un tópico manido, sino de persona dominante que en algún momento hace desmerecer el papel de la otra, síntesis de cualquier relación que podamos imaginar con todas las permutaciones de género posibles, porque sólo depende del carácter de cada cual, de su madurez, del grado de compromiso, de la comunicación… sí, sólo de eso y nada menos.
Ocurre que alguna cree que su perspectiva vital es la más adecuada, a partir de ahí la otra queda proyectada como una sombra que aparece al pulsar un interruptor. Desencuentros malinterpretados. La autoestima y la supervivencia peligran, todos los recursos se ponen en marcha para lograr vencer la sensación de soledad y desasosiego por la pérdida anticipada. Proliferan los errores, no juzgo cual de las dos se equivoca más. La experiencia es importante, pero ellas carecen aún de enfoque, incluso de perspectiva, la relación no aspira a prevalecer.  Ruptura y… la vida continua. Se engendran nuevos peones que ocupan el lugar de la reina destronada, o son varias reinas, no sabría decir, lo común.
Siempre es lo mismo. Alguien deja de querer, alguien sufre, alguien muere en un extremo de su piel, sobrevienen la amputación y el dolor del miembro fantasma, diría Martha, quizá.

Los títulos son precisos y claros. Es la vida de Adele la que se transforma, su pasión vertebra la historia. Emma evoluciona previsiblemente: estudiante de arte, luego pintora, después gloria.  Adele sostiene el relato  más allá de la ruptura.  En la secuencia final la cámara se marcha con Adele, atrás han quedado la exposición Emma y su éxito. En las obras de Emma  el rostro y el cuerpo de Adele, pero  Adele desaparece.

Lo que decidí ayer , en tanto no surjan cambios, es que las relaciones hay que cuidarlas especialmente al final, que es lo inevitable, nada perdura. En ese caso, si queremos andar enteras, con todos los órganos y  extremidades, resulta imprescindible crear un espacio alternativo, algo así como un invernadero emocional donde puedan subsistir pasado y presente.
No hablo de bajarse en la misma estación, de no avanzar, hablo de argumentos que sustenten la idea de que no nacemos en cada historia, sino que convivimos con lo que hemos sido hasta ahora. La vida no es un dibujo a lápiz que se pueda borrar a voluntad, merece la pena afianzar el trazo cuando una pone la piel en algo, aunque sea para no perderla, parafraseo a S. Sontag.

Los dibujos se alteran, en los lienzos se puede repintar ,  y aunque hay quien se empeña en ignorar la evolución de las obras,  con rayos x se puede ver hasta el más mínimo cambio en pinturas de hace siglos. Con un poco de intuición y paciencia, también podremos mejorar la visión que tenemos de las relaciones pasadas, no es necesario el uso de tecnología .

Eso sí, el cerebro tiene mucho que decir respecto a la recepción de mensajes. En ese caso, si la evolución no es apreciable, mejor pintar pompas de jabón o peces,  los rayos x no descifran un mensaje truncado, ni falta que hace.

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