La vida de Adele. La vie d'Adèle - Chapitre 1 & 2 (Blue Is the Warmest
Colour), de Abdellatif Kechiche
En
ese instante de tres horas (cineastas, piedad con el metraje de las películas),
acabé por descifrar el enigma de las relaciones. Sí, así es. Lo importante, lo
verdaderamente importante no es la relación, sino el modo de terminarla. Una puede dejarse la piel con alguien, en
alguien, a medida que transitan los encuentros lo hacen igualmente los
desencuentros, de modo que los intereses vitales quebrantan el equilibrio, las conexiones se pierden y con
ellas, decimos adiós a un tiempo único e irrepetible.
Tendría
que concluir ya que la mejor historia de amor es la que nunca empieza, sólo que
el placer del inicio es adictivo como pocas cosas en la vida.
Hay
muchas cuestiones que destacan en esta película.
En
principio, lo arriesgado de la narrativa visual, rica en primeros planos y
detalles, no sólo para las actrices o el director, para los/as espectadores/as
también. La experiencia estética es bidireccional. Puede parecer descarado
mostrar en detalle los labios , dibujados y perfectos; la lengua; el deseo; los
cuerpos desnudos; el sexo; en la película lo entiendo como una opción
estilística que subyuga, casi hipnótica.
Pocas
veces, si no ninguna, he contemplado escenas de sexo entre mujeres tan reales,
tan acordes… generalmente se empeñan en plasmar una excusa que muestra la
intimidad de modo escueto y cursi, da grima. Lamentablemente el cine, como la
conciencia , obvia ciertas realidades. Preferimos ver héroes o heroínas que nos
incitan a ficciones paralelas de vidas fantásticas. Lo verdaderamente
arriesgado es mostrar las cosas tal como son, en ese aspecto, bien por el
director. Las actrices me parecieron excepcionales, especialmente Adèle Exarchopoulos. Al margen
de las controversias originadas en los medios, ignoro si como promoción o ciertas, realizan un trabajo fantástico y creíble al cien por cien.
La
idealización de los personajes es tan subjetiva como podría serlo si esto se
viviera en primera persona, transmite la fascinación en grado superlativo. ¿ Es
que acaso en momentos así no desaparece el resto del mundo y todo es: sus ojos,
su boca, su risa, etc., etc.? Pues esa es la apuesta, ver a Adele como la ve
Emma, y viceversa.
La
película refleja de manera amplia y con matices la evolución sentimental y
sexual de Adele. En plena adolescencia tiene experiencias con chicos hasta que
aparece Emma. Ello le reporta las consabidas críticas por parte de su círculo
de amigas que le exigen una autoetiqueta, pero la naturalidad con que vive la
historia no merece indagar en conflictos internos. La relación entre ellas no
es muy diferente de cualquier otra, la eclosión pasional; el tránsito hacia la
rutina; la asunción de roles, no de hombre o mujer, ese es un tópico manido,
sino de persona dominante que en algún momento hace desmerecer el papel de la
otra, síntesis de cualquier relación que podamos imaginar con todas las
permutaciones de género posibles, porque sólo depende del carácter de cada
cual, de su madurez, del grado de compromiso, de la comunicación… sí, sólo de
eso y nada menos.
Ocurre
que alguna cree que su perspectiva vital es la más adecuada, a partir de ahí la
otra queda proyectada como una sombra que aparece al pulsar un interruptor.
Desencuentros malinterpretados. La autoestima y la supervivencia peligran,
todos los recursos se ponen en marcha para lograr vencer la sensación de
soledad y desasosiego por la pérdida anticipada. Proliferan los errores, no
juzgo cual de las dos se equivoca más. La experiencia es importante, pero ellas
carecen aún de enfoque, incluso de perspectiva, la relación no aspira a
prevalecer. Ruptura y… la vida
continua. Se engendran nuevos peones que ocupan el lugar de la reina
destronada, o son varias reinas, no sabría decir, lo común.
Siempre
es lo mismo. Alguien deja de querer, alguien sufre, alguien muere en un extremo
de su piel, sobrevienen la amputación y el dolor del miembro fantasma, diría
Martha, quizá.
Los
títulos son precisos y claros. Es la vida de Adele la que se
transforma, su pasión vertebra la historia. Emma evoluciona previsiblemente:
estudiante de arte, luego pintora, después gloria. Adele sostiene el relato más allá de la ruptura. En la secuencia final la cámara se marcha con Adele, atrás
han quedado la exposición Emma y su éxito. En las obras de Emma el rostro
y el cuerpo de Adele, pero Adele
desaparece.
Lo
que decidí ayer , en tanto no surjan cambios, es que las relaciones hay que
cuidarlas especialmente al final, que es lo inevitable, nada perdura. En ese
caso, si queremos andar enteras, con todos los órganos y extremidades, resulta imprescindible
crear un espacio alternativo, algo así como un invernadero emocional donde
puedan subsistir pasado y presente.
No
hablo de bajarse en la misma estación, de no avanzar, hablo de argumentos que
sustenten la idea de que no nacemos en cada historia, sino que convivimos con
lo que hemos sido hasta ahora. La vida no es un dibujo a lápiz que se pueda
borrar a voluntad, merece la pena afianzar el trazo cuando una pone la piel en
algo, aunque sea para no perderla, parafraseo a S. Sontag.
Los
dibujos se alteran, en los lienzos se puede repintar , y aunque hay quien se empeña en ignorar
la evolución de las obras, con
rayos x se puede ver hasta el más mínimo cambio en pinturas de hace siglos. Con
un poco de intuición y paciencia, también podremos mejorar la visión que
tenemos de las relaciones pasadas, no es necesario el uso de tecnología .
Eso
sí, el cerebro tiene mucho que decir respecto a la recepción de mensajes. En
ese caso, si la evolución no es apreciable, mejor pintar pompas de jabón o
peces, los rayos x no descifran un
mensaje truncado, ni falta que hace.
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