“A lo mejor
la guerra llegó antes que el
tejado”. Herta Müller y “Todo lo que tengo lo llevo conmigo”.
Me dormí con
esta frase, me desperté con ella.
Trataba de
identificar el momento en que las
cosas no salen como se prevé, pero son tantos…
Tras los cimientos
llegan las paredes y luego el tejado. Sin embargo, en esta ocasión el tejado no
llegó, la casa quedó inacababa para siempre. La guerra llegó antes.
La expresión no
permite una idea cerrada. Cualquier circunstancia en la que las previsiones no
se cumplen queda implícita en esta proposición. Todo en suspenso: el orden
lógico del devenir de los acontecimientos, la premisa inicial, la consecuencia
.
El resultado
incuba un cáustico sustrato de sinrazón. La guerra llegó antes, a lo mejor.
En realidad ¿
qué momento se puede discernir como
“tejado”? Suele ser tan breve que más se parece al impermeable ocasional
de un sólo uso, de esos incapaces
de resistir un aguacero en condiciones.
Nada es para siempre, porque, además, la guerra suele llegar antes.
La incertidumbre
es más que un principio desentrañado para evaluar lo no evaluable en cuestiones
científicas. Cabe casi todo, la vida entera cabe.
Las ocasiones
para desperdiciar la ilusión cada vez son más escasas. Incluso sin hambre y con
pan, los huesos siguen doliendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario