miércoles, 24 de diciembre de 2008

Feliz no es el calificativo.

Después de muchos años, continúo mi tradición particular: escribir algo el día de mi cumpleaños.
Sí, lamentable, lo sé, pero no pude elegir el día de nacer, así que por Nochebuena, mientras todo el mundo está ocupado cocinando para la interminable-¿inevitable?- reunión familiar, yo me afano en cumplir un año más. Y digo me afano porque no me resulta fácil.
Desde muy pequeña odié la Navidad por este motivo, entre otros. Mi celebración más importante desaparecía para dejar paso a la Nochebuena, y mi regalo de cumpleaños quedaba solapado por el de Navidad . El caso es que siempre sentí que cumplir años hoy era una pequeña estafa del destino, y una jugada, porque cuando alguien calcula tu edad en función de la fecha, aunque queden cuatro días como aquel que dice, te echan el año entero encima...la cuestión no es nimia.

Este cumpleaños no renuncio a nada.
Medio me emborraché, (aunque guardo algo para la cena, me va a hacer falta), no me privo de la llantina protocolaria (siempre lloro en mi cumpleaños) ni de mi buena dosis de melancolía, una mirada atrás( breve) , una adelante (más breve aún), y en el ahora, pretérito imperfecto del verbo echar de menos.
Esa es la cruz de la Navidad. Me toca despedirme, año tras otro. Adioses y teléfonos.
Las navidades son para la familia.
No tengo una familia mía. No una que eligiera, no una con papeles firmados, y no he de tenerla.
"No" es una opción. Afirmar que te quiero en el juzgado, sólo para poder decir Feliz Navidad, cuando luego vendría el gran dilema, lo que pone en jaque al 80 % de las parejas de este país, ¿cenamos con tus padres o con los míos?.

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