viernes, 23 de septiembre de 2011

Toxicidad II

Intento vivir el momento. Y el momento es que mientras limpio la casa pongo
la cafetera y enciendo un cigarro. En el mismo espacio comparto cuaderno,
café, limpiacristales y todo lo que suele haber sobre la mesa.
A pesar de que tengo puestos los auriculares, escucho los vaivenes de la lavadora.
Me quedo mirando el ramillete de flores de poleo que conservo desde el
verano pasado. Creo que son las únicas flores secas que no le recuerdan
a la muerte. Voy a tirarlo.

Al final, como en cada historia vivida, quedan multitud de "hilos"
(querida Chantal) que nos remiten, inexorablemente, a plantear de nuevo
nuestra incapacidad para amar y a volver al fantasma de la persona perfecta
que habita en cada cual según los referentes, experiencias, pragmatismo...
género? Estoy convencida de que no existe "la persona ", y si existiera,
quedaría pendiente - además de encontrarla- la cuestión
casi irresoluble de que seamos "su persona". Labor incierta, cuando menos.

Los "hilos" sueltos terminan alrededor de nuestro cuello, intentando
ahorcarnos con los propios lazos que tejemos para evitar que las personas
que amamos desaparezcan de nuestras vidas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario