martes, 20 de septiembre de 2011

Agnes. Claudia Faci

"La belleza no es una cualidad fija, es una diálogo en curso"

Curtis White


Cuando entré en la sala apenas veía por donde caminar. Oscuridad casi total.
La obra había comenzado. Bromeé con el técnico de sonido. Realmente temía
tropezar con alguien. Tanto miedo a tropezar, a equivocarme...la broma es sólo el mecanismo del miedo.
Ella, Claudia- Agnes--Chantal, interpretaba un texto sobre el infinito.
Recordé el verso de Chantal Maillard, "el infinito no existe, el infinito es
la sorpresa de los límites".
Empecé a trabajar. Buscaba algo de luz que me permitiera enfocar las fotos. Encuadraba su cuerpo, sus manos... de repente se movía, se removía poseída por una fuerza motriz bestial, no sé si era feliz o agonizaba. Giraba alrededor del escenario, ninguna parte de su cuerpo permanecía inmóvil. Yo, de momento, intentaba hacer mi trabajo, aún no me había captado.
La luz y sus movimientos me hacían difícil continuar, y comencé a escucharla.
Cantaba, bebía, fumaba, bailaba. A veces ¿era ella? a veces era yo.
Bailaba en medio de una luz rojiza, casi en penumbra. Se desnudó en una esquina del escenario, sin artificios, piel, cicatrices, hermosa y vulnerable. Cambió de vestido. En ese justo momento me adivinó entre las sombras, me delató y no pude seguir trabajando. No sé si estaba en el guión. Lo dudo.
Aunque ahora se movía para mi, para mi cámara, el rubor hizo que me sentara y soltara el equipo en la silla de al lado. Ya sólo pude escuchar, ver, y dejarme embargar por su propuesta.
Adoptaba posturas comprometidas, obscenas - según para quién-, se revolvía, era completamente libre en aquel escenario de pocos metros. Rellenaba su copa, fumaba de nuevo, evidenciaba quien era, y era, como cualquier mujer de la sala. Era todas las mujeres. Ridícula, impetuosa, seductora, lúcida, irónica... Mortalmente real. Imagino que alguien pensó que era excesiva¿?.
No, en absoluto. Condensar en pocos minutos tanta emoción no es fácil. No hubo exceso, no para mi. Frustración, deseo, muerte, desamor, pérdida...decía: ¿para qué anhelar ver el deseo convertido en una triste y rutinaria colada tendida al sol? Hablada de la convivencia, de los hilos, pensé, más que hilos. Ahora se rodeaba el cuello con el cable del micro, vivir con la soga al cuello, la realidad es la soga al cuello.
Mientras compartía su botella de cava con algunos espectadores, desveló un deseo que albergaba, un milagro: que alguien, al final de la obra, la besara. Al terminar, sin moverse de la silla, la besó toda la sala. Yo, al menos, lo hice. Profundamente.

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