viernes, 27 de febrero de 2009

Entropías. Una interpretación del sueño de los otros.

Entropía.
(Del gr. ἐντροπία, vuelta, usado en varios sentidos figurados).
1. f. Fís. Magnitud termodinámica que mide la parte no utilizable de la energía contenida en un sistema. 2. f. Fís. Medida del desorden de un sistema. Una masa de una sustancia con sus moléculas regularmente ordenadas, formando un cristal, tiene entropía mucho menor que la misma sustancia en forma de gas con sus moléculas libres y en pleno desorden.
3. f. Inform. Medida de la incertidumbre existente ante un conjunto de mensajes, de los cuales se va a recibir uno solo.


Con el primer significado me quedé confusa. Claro. Yo no sé nada de ciencia o matemáticas. Para mi la aritmética es el dominio estricto de los números. Adoro las palabras y el fluir de las ideas, nada que ver con el cálculo o el orden metódico, nada que ver con algo previsible.
Pero la Magnitud termodinámica que mide la parte no utilizable de la energía contenida en un sistema, ah! eso es otra historia, completamente. Cuántas ganas sin cauce en momentos no cuantificables, cuánto derroche, de palabras...de sueños...a ras de suelo o temblando en el aire, en solitaria compañía a veces y otras en afín soledad.
Dormir es un dejarse ir en paz con la certeza de estar seguros aunque resulta variable el grado en que cada cual lo interpreta, un acto de confianza tan pleno como desnudarse con absoluta consciencia. Querer ver dormir, es un acto de deseo tan intenso como intentar entrar en los sueños de alguien. La parte no utilizable de energía contenida, entiendo que puede ser el motivo latente, que la contención sólo es la espera del momento preciso, aunque no se haya marcado, como la película expuesta a la luz espera el revelado para mostrarnos la imagen que guardaba.

Ver dormir trasciende la definición para convertirse directamente en una búsqueda, en el anhelo desmedido de los sueños del otro, en la comprensión del momento en que nos abandonamos a la suerte del tránsito, para despertar, volando o en cuclillas, enteros o perdidos, con la mirada de un ser ajeno que escruta nuestros gestos, pero sin duda, somos también ese extraño que observa las palabras que no decimos, los besos que no damos, el ser que nos posee a pesar de todo, sólo cuando dormimos.

La segunda acepción, "Medida del desorden de un sistema..." me va aclarando ideas. Las moléculas libres, campando a su antojo que vierten sobre nosotros todo el poder del sueño, del deseo, poseen mayor entropía-la pérdida supuesta de energía- que las ordenadas de manera compacta con un fin concreto y en perfecta consonancia. El hecho de que lo tenga más claro no significa que estemos de acuerdo. Canalizar la energía nunca es tarea sencilla, incluso para las moléculas que se saben ordenadas, pero de cualquier forma, la búsqueda y el ansia son preferibles, en mi opinión, a observar la inercia de los sueños vertidos ordenadamente.

En la tercera es el desenfreno, completo y devastador. "Medida de la incertidumbre..." por primera vez he leído que la incertidumbre se puede cuantificar. Y me encanta la paradoja, adoro pensar que de cada mensaje que no recibo queda constancia en algún lugar del diccionario. Habré de buscar, cuando no me lleguen, lo que no sé es dónde, pero al menos, tendré la garantía de encontrar, tarde o temprano, la medida del ansia que me produce no saber.







jueves, 26 de febrero de 2009

Cronograma de una reanimación.

Entré al quirófano a las 08.23. No tuve dudas, y la doctora tampoco las mantuvo. La amputación era la única salida, esa o morir, y bueno, estaba claro que morir no. Yo, al menos, eso es lo que pensaba. Anduvimos ahí, terciando, anestesia parcial o total...al principio se trataba de que doliera menos la amputación y poco a poco se trató de explicar por qué había de amputarse esa parte de mi que habitabas. Reconstruí momentos de hace no demasiado tiempo, la enfermedad es reciente, busqué causas, motivos de contagio, intenté medidas menos drásticas, pero igual no hubo resultados, al menos visibles, claro. Al cabo de los meses, la herida era tan brutal como un brazo cortado excepto por unos nervios que lo mantienen ahí, balanceándose mientras se desangra, despacio, a la vista del resto de extremidades, y en tanto éstas opinan y valoran qué está pasando. En el momento final, apenas vislumbrando el bisturí, grité u oí tu grito, no sé, pero de pronto mi brazo está conmigo, algo desangrado, un tanto débil, exhausto quizá por la batalla librada, acerqué la mano y besaste mis dedos.
Mordiste despacio, de manera cómplice, mi piel notó tus dientes, tu sonrisa, acaricié tu rostro en el fragor de esta mañana ardua como un temblor de tierra, tus ojos caramelo, debajo de tus lentes, tu risa, casi libre, tus labios, rojos, tiernos, queribles... nos cruzamos de nuevo, y el bisturí cayó al suelo resbaladizo como algunas palabras.
Adrenalina o epinefrina, endorfina, qué sé yo, cualquier palabra del argot médico que me deje en tus besos me vale, y cualquier pequeña muerte que me lleve a tus brazos, también.

viernes, 20 de febrero de 2009

Cronograma de una desaparición

Al principio eran frases, o el juego de las palabras encadenadas, una llevaba a otra, y a otra... el juego se volvió intenso, llevó al deseo y al desconcierto a veces.
Imagino a mi afán orillando-se dice allí, creo- límites que sólo fueron una pequeña burla del infinito. Las conversaciones se prolongaban horas enteras , y mientras tanto, crecía el ansia, y la ficción pareció dejar de lado al destino, que era la realidad.
Durante muchos días, recorrí esta ventana en tu busca, y te encontré, me dijiste.
Estamos, me dijiste. Estoy aquí.
Durante algunos días lo creí. Sentí el derroche de las ansias compartidas, pensé, confié en que quizá imaginamos lo mismo.
Alternativamente surgía la decepción, la realidad tiraba de su lado con tanta fuerza que hizo difícil mantener la calma, se impuso el desencanto.
Esperé que de nuevo se llenaran las horas con palabras que ya resultaban insuficientes.
Un día, sin más, se borraron los mensajes que derrochabas, y no tuvimos saldo.
Hoy, por fin, soy capaz de adivinar todos los que recibo, y ninguno es tuyo.
Me extingo, y no sé si lo sabes.

martes, 17 de febrero de 2009

Una foto al final, sólo una.

Estuve caminando de un lado a otro, recuperando sonidos, escarbando en la intimidad de las voces que salían de los botes de E. Valldosera, mirando entre las siluetas, entre las manchas de tinta, los cigarrillos tiznando de ceniza los lienzos, las múltiples proyecciones de elementos cotidianos en torno a los que gira nuestra vida, o ellos giran alrededor nuestro?, no sé.
Sé que estuve buscándote, también allí.
En la tercera planta, después de un sinfín de imágenes de varios autores, llegué a García Alix. Fotos nuevas, otras, las de siempre. Él, también el de siempre. Con lo que me gusta y con lo que no. Pero él.
Casi al final de las 200 imágenes que quizá componen la muestra, me quedé pillada por una foto pequeña, amarilleada por ser copia de época, de unos 20 o 20 y tantos años atrás.
El título, Nuestra habitación en México, cuando la miro me ahoga la melancolía, una habitación triste, vacía, sin habitar y sin lujos, sólo una luz llena de matices y una composión muy hermosa, eso, y mi envidia , porque estuvo allí, donde no puedo tenerte.
Me marcho, y vuelvo a la foto de México. Pequeña, casi perdida en medio de imágenes de mucha más potencia visual, enormes en tamaño y testimonio...y vuelvo y vuelvo...hasta que me quedo.
Aunque no me movido de aquí.

domingo, 15 de febrero de 2009

Dormir vs Soñar

Y puede que a pesar de todo, no nos quedemos. Puede que la agonía esté más cerca que "la tristeza del deseo saciado" de Cesare Pavese que mencionaste el otro día.
Imagino la sangre estallando en las sienes, las palabras rotas por el cansancio, el agotamiento del deseo navegando sin rumbo ya, imagino la tristeza pertinaz, el brutal aterrizaje del lado de la realidad. Hoy no sé llevar a mi cerebro a la ficción paralela, la de las escaleras mecánicas desde dónde estarías buscándome entre la gente, ni a la del café donde solemos imaginar conversaciones, ni a la del cine en que me besas durante los créditos...no soy capaz de atravesar la melancolía sin quedarme dentro.
Duermes. Sé que no imaginamos lo mismo, porque duermes. El condicional me hiere, la marca enrojeció de pronto, y duermes, apaciblemente, mientras desangro este domingo.

Hoy quizá no puedo ya pensar que pasará, al menos, a estas alturas del día, aún no lo he conseguido. ¿Cómo habría de pasar? No hay un plan. Ignoro tu paisaje del otro lado, y de este, un espejo no me deja trazar alternativas.

Hoy siento que podría gritar hasta romper mi garganta, porque no me besarías.

"Miro hacia el cielo y salto, miro hacia el suelo...y caigo"

Hilario Camacho (Volar es para pájaros)

domingo, 8 de febrero de 2009

El mismo café, distinto café.

La literatura, la música, el cine, todos los ámbitos usuales de la ficción están plagados de historias de amor perdidas, dolorosas, que terminan con elevado coste personal para alguno de los implicados, y en muchas de ellas encontramos al personaje del avisador, si no como un personaje en sí, como una situación que nos pone tras la pista de que esa historia no llegará a buen fin.
En la vida es igual, existen los avisos, verbales o circunstanciales a los cuales podemos, o no, echar cuentas, como si se tratase de un listado de películas, esta la veo, esta no, o de una mano de cartas, estoy servida - me planto/apuesto, envido...y órdago. Ignoramos lo que "llevan" los demás , pero somos conscientes de la fuerza que empuja nuestras ansias, o de su opuesto, el miedo a competir por un premio incierto.

Persistiendo en el juego, conseguí que la suerte se sentara en mis rodillas, pero tiene segunda parte: que he de compartirla con el Oceáno Atlántico, y eso, para casi todo el mundo, es terreno movedizo, ah! el Atlántico es mucho! y a pesar de todo, me siento invulnerable, aunque sea mentira. Hago caso omiso a las advertencias de cuidado o precaución que se me hacen, unas relacionadas con todas las diferencias existentes,
otras con las heridas que sufrirá mi corazón, derivadas de una relación elevada en semejante estructura.
Y sí, es para dar miedo, pero de momento, no he visto que sea para tenerlo.

Definitivamente, la vida puede ser una ficción muy tentadora.
¿Quién se atreve a cuestionarlo?
Aunque los asideros son extraños, la invención perpetúa el deseo algo más que la química.
La costumbre es constatar que hablamos de lo mismo cuando hablamos de algo, que sentimos lo mismo, que una taza de café es igual para cada quién, y no tiene por qué.
El mismo café extraído del termo de Jasmin
podía ser delicioso para unos y nefasto para otros, (Bagdad Café, de Percy Adlon).

En la diferencia está el gusto por vivir. En la oposición tenaz, en el matiz separatista que reafirma la discusión y añade , probablemente, dificultad a la comunicación, aunque al mismo tiempo, sea el brillo de cada partícula esencial: la elección, tal vez inconsciente, o genética incluso, pero hermosa en su individualidad.

Y me opongo, febrilmente, a guardarme las ganas.

Por lo demás, mi corazón va bien, las heridas que esta historia le infiera
están por descubrir. Ahora viaja, atribulado, entre la ensoñación de las palabras y el desvarío del tiempo. Y es feliz, que no he dicho, hasta ahora, por pudor, pero ya no lo niego.
No hay por qué temer a las heridas, están, estarán ahí, como parte de un todo irrenunciable, ¿o se puede obviar la vida?

No atiendo a los avisos.
La historia podrá resultar, o no, tendremos nuestro tiempo, o no,
nos veremos , o no...todo, absolutamente todo tiene una alternativa "no" en este instante, todo excepto sentir, eso es ineludible.
Eso, y mis cafés contigo.

viernes, 6 de febrero de 2009

El humo y el vacío

Ahora fumo. He vuelto, después de varios años, 6, creo, pero sólo a ratos. Cuando la ansiedad no encuentra tus labios a mano, enciendo un cigarrillo.
Podría pensarse que es más, pero no, es sólo echar de menos, desazón, en términos que lastiman hasta al más férreo de los ánimos.
Lo he probado todo, y no es metáfora.
El tiempo que ocupo en tareas aritméticas; el que desocupo , con fruición , para "estar" contigo, algo que he convertido en credo con ayuda de algunos eufemismos.
La entrega es fervorosa, la recompensa, un sueño que a veces toma días de asueto...
Y el cigarro, convertido en palabras, en volutas que envuelven los besos que te envío como terapia sustitutiva del ansia, tampoco es un alivio, al menos, constatable.
No busco desaparecer del todo en el abismo, no quiero perder la ocasión de encontrar, con alguna sorpresa y mucho esfuerzo, el tiempo que nos queda. Ese en que poder colgar, al fin, la maleta y el paraguas, como en el recibidor de casa...olvidar los presagios y dar la bienvenida a las certezas, aunque sean finitas, aunque al cabo no cuente la eternidad, y el siempre se desmembre como un viejo esqueleto abandonado en una clase de anatomía.
No busco -aunque es mentira, sólo que no lo creo- la palabra constante que alimente el vacío, no lo conseguiré, eso es todo, no es admisible, no a estas alturas de la historia sabida. Pero habrá que intentarlo, no me perdonaría hacerlo de otro modo.
Pero busco, incansablemente, la realidad de un tiempo arrebatado, las escaleras mecánicas de un aeropuerto, un billete barato, un local lleno de humo y olor a café, unas calles inmensas donde perder el miedo, un esbozo del rostro que no recuerdo, dibujado entre risas y memoria real.
El sueño tergiversa las razones de ser para otro sueño, la realidad avisa con sus notas de tinta indeleble, y el cigarrillo, sólo erige, como pompas de jabón, apenas perceptibles, sus motivos peremnes de encontrar un descanso, antes de que la ceniza consuma todo el deseo, y se evapore.
La mañana es lluviosa, el viento arremolina las hojas en la escala del tiempo, las horas se acumulan, y aún quedarán muchas. La importancia de la geografía me quedó clara. Y necesito un cigarro.