viernes, 30 de marzo de 2012

Sólo de vez en cuando, justamente.


“De vez en cuando la vida te besa en la boca” J.M. Serrat

Y de vez en cuando la sencillez de las palabras desnudas nos sorprende, 
nos despoja de la retórica, va por delante, sin duda.
Pero la sorpresa no está quizá tanto en las palabras como en el hecho de 
que un beso en la boca puede ser cualquier  cosa. Cualquier cosa menos 
el desaliento. El beso físico, el roce de los labios no existe necesariamente, 
pero me acaricia el cerebro, o una parte dolorida de la piel, o tal vez se 
instala entre los músculos, ¿qué importa? Es un beso en la boca en toda regla.
Y no es amor platónico, no estoy hablando de eso. Estoy en la metáfora del 
dolor vencido, atenuado, finito, acabado, agonizante y leve.
No es preciso que el beso me atraviese para saber que está, saberlo es mi
ventaja. Nada me lo arrebata. Prescindo de la prisa, del vertebrado enjambre
de las matemáticas. En este momento, no necesito la geografía ni el calendario. 
Conozco el sitio exacto y el instante. ¿Cómo no conocerlo? Los verbos, 
los pronombres…la extensión de la Pampa… todo es irrelevante. 
Lo único certero es que deletreo un beso porque lo tengo dentro,  en la yema 
de los dedos, en los ojos, y nada que decir sobre su procedencia, pero llega 
a mi boca, porque los versos llegan a donde quieren aunque el destino los 
entretenga como el amor al tiempo, o tal vez al contrario.  
Las dudas no me implican, no por ahora. Está en mi boca, y a menudo, 
sólo por distracción, rozo mis labios, apenas, para sentirlo ahí.
Los besos de la vida son como caracolas, su espiral puede llegar 
al infinito, pese a que éste sea, querida Chantal, “la sorpresa de los límites”.



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