martes, 11 de enero de 2011

El último viaje

"Dos criaturas insaciables y condenadas a la decepción"

"Piensa en cuánto me quieres. No te voy a pedir que me quieras siempre como ahora, pero sí te pido que lo recuerdes. Pase lo que pase siempre quedará en mí algo de lo que soy esta noche"
Suave es la noche, F. S. Fitzgerald.


La vida es una tremenda tirana. Una línea infinitamente tenue separa el placer del dolor más absoluto. Sin dramatismo, así, tranquilamente, en un momento crece como un globo y nos eleva incluso por encima de las nubes con forma de algodón de azúcar, y al instante siguiente, otra nube con aspecto de dragón nos arranca las vísceras de una dentellada.

Desde hace días siento frío, un frío glacial e insobornable , un frío errático desde el cerebro a los talones. Y con ese equipaje, hicimos nuestro último viaje. Exactamente igual al que fuera el primero. Al mismo lugar, por los mismos motivos, la misma distancia y en el mismo tiempo. Doce horas para atravesarnos a nosotras mismas. En aquel primer viaje nos encontramos, en este, nos separamos. Entre tanto, muchos viajes, demasiados para acabar en el mismo sitio. Mil kilómetros sin besos, sin caricias, sabiendo que a cada letrero de la autopista le correspondía un pedazo de dolor más certero. En el trayecto adjudicaba a cada lugar conocido un trozo de nuestra historia. Cada kilómetro consumido devoraba una parte del poco tiempo que nos quedaba. Y al final, conducías más deprisa, tenías ganas de llegar, y yo tuve ganas de abrir la puerta súbitamente y desaparecer en la cuneta. No quería regresar a mi vida sin ti. Me bajé del coche poco antes de llegar a casa, mi equipaje a estas alturas sólo era una pequeña bolsa con algo de ropa, los tapones para los oídos y el cepillo de dientes. El espacio que te ocupé durante casi dos años.

Es lo que me queda, eso y el mismo frío que me hiela las yemas de los dedos mientras escribo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario