domingo, 12 de febrero de 2012

Epílogo de un epílogo

Y quizá es que no lo deseo, pero ocurrirá.

Quizá es la botella que se quedó en la nevera ansiando el instante
de ser derramada entre saliva y humo, entre risas cuyo eco
es más lejano al paso de las horas, mientras araña el piso,
como un pesado mueble que no sabemos dónde colocar,
el deseo de no volver.

Quizá es la mañana en que descubro el silencio, la garganta rota,
el cansancio, el vacío en el buzón de entrada.
También es la puerta trasera por la que quiero escapar sin ser vista,
la que atranqué mientras duraban los efectos de la borrachera
de besos y ansias, la que ahora no encuentro o no me sirve.
El daño alcanzó mis órganos vitales, quemaduras de tercer grado
en cerebro y corazón.

¡Qué tontería! Me atrevo a pensar, me siento ebria y no he bebido aún.
Aún.

Extraño juego, quizá. Extraña pérdida y extraños argumentos,
como para un poema de Rilke, ataviados con su mayor elocuencia
y tan enrevesadamente sencillos, sólo hay que llegar al final
para entenderlo todo.

"Lo hermoso acaba en destrucción".

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