domingo, 18 de enero de 2009

Una tarde cualquiera...

Cuando el bourbon comienza a caer, el hielo se remueve y hace sonar el vidrio. Es un gesto que me tranquiliza. Estoy en casa ya.

Apenas atardece un día esplendoroso. El sol decidió darse por fin, tras muchos días de bruma e intenso frío en uno de los inviernos más crudos que recuerdo. Salí con la bici esta mañana. Comimos frente al río, café y paseo por la orilla. Las madres, los padres, los niños, las niñas, todos se multiplican afanosamente en esta tarde de sol impenitente que nos echa a la calle como posesas. Parece un crimen mantenerse encerrada, desperdiciar la luz, igual que los besos, es, quizá, un acto imperdonable de incompetencia o insuficiencia clara para disfrutar.

En medio de todo el bullicio y la explosión de color, contemplo alucinada las luces de la tarde, el agua en torbellinos , las garcillas buscando cobijo justo cuando el sol empieza a decaer.

Y me ocurre lo mismo. Después de tanta luz, de tantas horas de gentío exponiendo su sociabilidad, necesito mi espacio, recobrar el cuaderno donde anoto querencias-frustraciones, ambas exageradas -desmesura es una palabra que cuadra bien conmigo- encajar mi propósito en una lectura que alimente y escuchar algo que me arranque del tiempo.

Suena Miles Davis, John Coltrane, Billie Holiday... siendo geniales por separado, adoro la mezcla de la B.S.O. de Roma, de A. Aristarain, rima(dirías tú) perfecto con la película... y el hielo tintinea cuando cae el licor.

Leo sobre F. Scott Fitzgerald y Zelda Sayre, sobre su (auto)destructiva historia de amor, y en el primer capítulo de Alabama Song de Gilles Leroy: "¡Ah, el silencio! ¡El silencio de los intersticios! Esa enorme blancura que se cuela y acude para vendar con algodón y éter la grieta que tenemos en la cabeza."

"Dos criaturas insaciables y condenadas a la decepción"

Y pese a todo, los envidio. Envidio cada historia real que pueda enmarcarse en coordenadas reales de espacio y tiempo. Aunque adoro, inexorablemente, que la vida parezca un sueño, anhelo, en la misma proporción desmesurada, que el sueño se convierta en realidad.
Porque mi yo de ficción, te desea, y mi yo real, también.

"Piensa en cuánto me quieres. No te voy a pedir que me quieras siempre como ahora, pero sí te pido que lo recuerdes. Pase lo que pase siempre quedará en mí algo de lo que soy esta noche"

Suave es la noche, F. S. Fitzgerald.

lunes, 12 de enero de 2009

Sin palabras

Extiendo las palabras, las coloco en la explanada del espacio, esbozo una especie de mecano sólo con los pronombres, propongo los calificativos, sustantivo los verbos, la oración, el ámbito es perfecto. Me parece un milagro ,casi , poder nombrar tan sólo el perfume anaranjado de los cuerpos, contar las onopatopeyas de la risa, desgajar los abrazos, descifrar el sonido impertinente de los extranjerismos, querer, requerir, es un pulso de tiempo indefinido creciendo en oleadas mientras el café hierve y humea un cigarrillo.

Con todo y lo dicho, lo callado es mejor. Mejor porque el anhelo que oculto se escribe entre las líneas, trazadas apenas con saliva mientras la memoria rezuma el gusto de imaginar las pupilas brillantes como el caramelo.

En esas horas, muchas, todas, vencidas, asoladas, salvando en el silencio o en el blanco de la pantalla los puntos suspensivos...ondean victoriosos los símbolos, las llamadas, el deseo, la impaciencia, mi obcecación, el nombre de las ansias...fluyen palabras transmutadas en besos, tácitamente, entre mensajes y correos arropamos en palabras la frustración que cabe en 9.000 kms. Un límite salvaje, contundente.

Y a veces, imprimo en este empeño algún malentendido, enemigo brutal, inevitable o no, expresión de la torpeza de que soy capaz, revuelvo las palabras inconsistentemente, intento renombrar el equívoco y es mayor incluso el despropósito. Y no hay remedio que ahuyente el miedo al desapego, y entonces, realmente no hay abrazos, ni miradas que calmen, no hay labios que perdonen las palabras con besos..no hay, salvo más palabras, acertadas, o no, perdidas, desvalidas, errantes... y sólo escribo, compulsivamente la impotencia y la decepción del propio desacierto.

Sin palabras, mejor.

Conmutado el castigo, volveré a lastimar mi piel con besos deletreados* a 160 caracteres por mensaje.


*3. Deletrear : tr. Adivinar, interpretar lo oscuro y dificultoso de entender. Diccionario de la R.A.E.

domingo, 11 de enero de 2009

Lo inesperado ( o no )

"Sólo el que espera podrá encontrar lo inesperado" Cortázar (Rayuela, cap. 36)

Me gusta esta frase aunque no la comparta del todo.
¿Sólo esperando ha de acontecer lo que ansiamos? Me da por pensar que acertaré más si me dedico a buscar o provocar o incidir o ...quizá en este caso, esperar es sinónimo de desear, y si es así, igualmente haré mejor en dedicar el tiempo a escarbar en las ganas del objeto-sujeto de mi deseo, antes de que se dé cuenta,(o no) espontáneamente, de que el lugar de su deseo está justo al lado del mío.
Si el azar existe, que no lo tengo claro, por fuerza no ha ser mi cómplice, y la verdadera naturaleza de mis ansias quedará expuesta al conjunto de ¿leyes? ociosas que concurrirán (o no) en mi beneficio. Desconfío, es cierto, la fatalidad...

Lo inesperado es realmente la esperanza contradictoria del deseo, tan irracional como poderosa. Nada puede arrebatarnos el afán, ni siquiera la incertidumbre. Más aún, si paseando por algún periódico recojo esta otra frase, ahora de Saramago : "Siempre acabamos llegando a donde nos esperan" y en su lucidez amparo mis deseos. Y aunque te quiero en la certeza de un tiempo no inventado y la ficción es un lecho imperfecto, Cortázar acabó por convencerme. "Nuestra verdad posible tiene que ser invención".

viernes, 2 de enero de 2009

Carpe Diem o como escapar de la propia conciencia.
















Una mañana de invierno, tras una larga noche de viento,
descubrí con estupor que un plástico de los que algún vecino
utilizaba para proteger la ropa de la helada nocturna, se había
enredado en el árbol que hay justo delante de mi ventana.

Al principio me molestó tanto que intenté calcular la distancia
para ver si con un palo podía separarlo de las ramas.
Resultó imposible.

Cuando observaba el árbol desde la calle ofrecía un espectáculo
extraño, aquel plástico ondeando como parte de sus ramas...
A los pocos días me di cuenta de que resultaba ser un espejo
fantástico, un juego de luces que amagaba entre las ramas ,
un reflejo del sol, de la lluvia o el viento, un motivo, un reclamo...
llamaba mi atención de forma extraordinaria.

Empecé a hacerle fotos.
Al amanecer los rayos del sol se filtraban con un naranja rotundo
que el plástico, no del todo transparente, matizaba de manera
desigual según sus dobleces y si había un poquito de brisa, ahh!
vibraba con un leve balanceo como si estuviera vivo, se hinchaba,
volvía, su respiración me animaba a seguir su tránsito por las
ramas del árbol. A veces semejaba un ángel, otras un pez, unos
días brillaba y otros absorbía el hollín, pero siempre, su sombra
itinerante enredaba una rama, y otra y otra, en un afán sin tregua
de no salir del plano.
Hasta llegada la primavera observé su quebranto, su lucha ,
su crepúsculo.
Han pasado los meses, apenas unos hilachos grisáceos recuerdan
lo que fue, de su alma anaranjada y henchida sólo queda la foto,
testigo también de aquellos días en que enfadada con el tiempo,
lo dejaba perder...
Ya el plástico no está. Pasó otro invierno.