" Dale a tu corazón una señal de que los vientos se cambian". R. M. Rilke
No lo pensé demasiado, de haberlo hecho me habría
perdido una tarde genial.
Anunciaban clases de swing en una asociación . Asistí
sola, de modo que todo era absoluta y encantadoramente nuevo, como descorchar
una botella. Había olvidado la sensación de divertirme sin más, sin
expectativas, hacer algo por puro placer, y resultó reconfortante… no era mi
primer baile.
Con el tiempo me he acostumbrado a que las cosas con que disfruto sirvan a un propósito futuro, algo más pragmático. Dibujar
para vender una ilustración, trabajar para vivir, escribir para lograr una
buena nota en mi expediente... todo se rige por la vocación de ganar el dinero
suficiente u obtener algún tipo de beneficio formativo y útil. Nunca fue así mi
vida, pero imagino que las vivencias ceden parte del espacio de los sueños a la
realidad, es la imposición de madurar, un precio como otro cualquiera.
En el primer día de 2014 rememoro mi antigua vida, la
que dibujaba trazos imperfectos y sesgados por una fantasía sin límites, y la
echo de menos, a veces. Sin embargo debo admitir que el pasado ha configurado una manera nueva de ver las
cosas. No hay una ausencia total de ficciones, sino un discernimiento
necesario, la segregación de dos vidas paralelas ancladas una en la otra sin
disolución y con premisas diferentes. Por un lado, atender y ocuparme de
aspectos que hasta ahora sólo me preocupaban en abstracto, y por otro, un
filtro poderoso y versátil que me permite disfrutar del tiempo involucrada
en tareas agradables. Es posible
que haya descubierto mi vocación, ser dos y no saberlo, transgredir mi propia
naturaleza para sentir como necesarios el pragmatismo y la ensoñación en
distritos colindantes e impermeables. Algo que manejo al margen de las
circunstancias cuyo aprendizaje ha sido realmente duro, no exento de
contratiempos y doloroso en el sentido amplio del término. ¿Cómo se traduce
eso en la realidad? Bien, es novedoso encontrar en mi programa ideas diferentes
sobre las relaciones en general y la renovación del espacio que éstas ocupaban
en mi vida. Al tomar conciencia del papel que desempeño en la vida de otros
también lo hago del que ellos desempeñan en la mía. No siempre es fácil,
pues como al analizar una obra de
arte, jamás se llega a saber todo. Nos hallamos condicionados por el equipaje,
el de mano y el facturado, incluso el perdido en otros aeropuertos y que nunca reclamamos. Esto no impide que, junto a esta
conciencia, nazca la responsabilidad sobre los actos, el cuidado, el amor , el
respeto, el deseo de continuidad, y también el verdadero rostro, la imagen especular que me devuelven los
otros, algo que quizá no estuve en condiciones de aceptar en todo momento, pero
que forma parte esencial del todo que soy.
Ignoro si el ser humano es capaz de cambiar, lo que sé
es que puede aprender, y tras el aprendizaje, el canal se disgrega en dos
corrientes alternas de vivencias casi simultáneas pero no contaminadas, sin
culpabilidad. Como resultado, erradico mi mayor dificultad para disfrutar sin
anticiparme a lo inevitable, el fatum queda en segundo plano. Cada tiempo
dedicado pertenece a ese momento o a esa tarea.
Sí, ya sé que para muchas personas esto es habitual,
pero he empleado todos mis años en aprenderlo . Es curioso valorar
los antecedentes, en la vida como en las novelas la realidad no surge casi
nunca de la casualidad. Aunque los protagonistas no lo sepan, el artífice del
devenir no es ajeno a estos manejos. En ese aspecto encuentro interesante un análisis,
aunque superficial no desdeñable, del pasado. Las referencias pueden ser numerosas
pero con algo de perspicacia se encontrarán puntos comunes de resolución de
conflictos, toma de decisiones, etc. . La pregunta cómo he llegado hasta aquí
contiene la respuesta en sí misma, o mejor, la multiplicidad de respuestas,
todas reveladoras si se quiere ver.
No desestimo ninguna vertiente que me ayude a comprender de qué modo una
persona acomete tareas de supervivencia emocional y pone a salvo esa parcela
imprescindible de forma coherente. Es la única manera de continuar en liza sin afrontar cada día con la ingenuidad
de un principiante en el primer baile.