lunes, 24 de marzo de 2014

Sincrónico / asincrónico


Tengo una amiga que cada vez que viaja, y lo hace con frecuencia, me envía una postal desde la ciudad en que se encuentra. Es algo que me gusta, un ritual mantenido en el tiempo que nada tiene que ver con la tradición impuesta. Semanas después de su regreso, recibo la postal, y en ese instante se actualizan las emociones. Habitualmente nos comunicamos de otro modo, la inmediatez de Internet resulta abrumadora y, aunque reconozco sus posibilidades casi infinitas, la estimo, en ocasiones, desproporcionada.

Tal desproporción no responde sino a la pérdida de privacidad: alguien sabe que hemos recibido un mensaje y no hemos contestado de inmediato; alguien conoce exactamente nuestra ubicación; los detalles de nuestra biografía; las páginas que visitamos; el momento preciso en que aparecimos por un foro y etcéteras que llenarían varias páginas. Alguien, obviamente, suma beneficios con toda esa información en apariencia inocua. Conocemos los ajustes necesarios  para limitar la información que vertemos a la red, sin embargo, todo ello supone un esfuerzo añadido cuando no, el mal funcionamiento de algunas aplicaciones. La existencia de estas redes no nos obliga a permanecer en ellas, si bien es cierto que eso nos relegaría a la puerta trasera de la actualidad. La sincronía es el nuevo grial.
Un poco de historia. Recuerdo un trabajo de Sophie Calle elaborado a raíz del hallazgo casual de una agenda. Dicha agenda le sirvió para investigar sobre la vida privada del dueño de la libreta, lo publicó sin demasiadas precauciones dado que el aludido se percató. Las consecuencias de ese proyecto desvelaron cuán importantes son la privacidad y el uso que de los datos ajenos pueda hacerse. Pero la cuestión, en su momento denostada, no va más  allá de una creación artística con la excusa del des-conocimiento y la investigación. La intención no es juzgar ese trabajo, por lo demás interesante, sino reflexionar sobre el hecho de llevar a todas partes un aparato que alberga tanta información personal. ¿Qué podría hacer Sophie Calle de hallar un móvil cargado no sólo con nombres y direcciones, sino con imágenes, conversaciones privadas, mensajes de amor o desamor, archivos de todo tipo perfectamente datados, música, historial de navegación, ubicación…  se podría hacer un retrato perfecto sin necesidad de investigar gran cosa. En un minuto, perder el móvil, la tablet, o el acceso a nuestros datos de alguien sin escrúpulos, pondrá patas arriba nuestra vida. No sé si la real o la virtual, porque ignoro hasta qué punto pueden distinguirse.

Estoy divagando, lo sé. Marca de la casa. Lo que considero trascendente de todo esto  es la comunicación y creo que, realmente, es asincrónica en general. El intercambio, por muy sincrónico que parezca o sea, no responde a la realidad del mismo modo que no lo hace una conversación sostenida en distintos planos de interés y motivación aunque las personas se miren a los ojos. Cada cual ampara sus deseos y aparece o desaparece de la secuencia comunicativa con frecuencias alternas. Por tanto, ¿qué hay de la comunicación asincrónica? Prefiero saber la verdad, lo esencial o lo importante en cualquier momento, no tiene que ser ya. Ahora tal vez no esté, tal vez  estoy, tal vez no estás, pero algunos mensajes son intemporales. Pese a todo, hay días en que permanezco alerta sobre temas que considero de máximo interés, y con toda la sincronía a disposición, no consigo enterarme salvo de que un expresidente del gobierno español lleva nosécuantos días a punto de morir. Esa es la noticia sincrónica mientras el país sale a la calle movido por  una agonía que mantiene exhausta a millones de personas, personas a las que la transición y sus artífices engañaron durante casi 40 años más, esa es la sincronía de la información, el sello del siglo 21, con todos los avances tecnológicos posibles y tratando al 80% de la ciudadanía como a corderos tras 40 años de transición.
Las alternativas de información no están al alcance de todos, ni todos los que tienen acceso a ella la usan como canal salvo para contar tonterías, los profanos, y mentiras, los entendidos. Estoy saturada de pegoletes, que dicen en mi ciudad, chorradas que entretienen y no alimentan.
En la madrugada del 22 de Marzo conseguí ver algunas imágenes de las “Marchas de la Dignidad”. Resulta que eran sobre contenedores quemados, pedradas y detenciones. ¿Dónde está el resto de la información? No justifico la violencia, pero a lo mejor la gente quema los contenedores harta de que éstos no alojen la auténtica basura. Nos enseñaron que cada cosa ocupa un lugar . En la vida real, los contenedores contienen enseres que les sirven a otras personas más pobres que nosotros y la basura gobierna y empobrece a los que necesitan recoger cosas de esos contenedores. ¿Tiene esto algún sentido? No lo encuentro. En cualquier caso  no es anacrónico. El sentido lo justifican quienes  perpetúan su estatus de poder a costa de acaparar recursos que deberían abastecer a todo el planeta. Esto es algo que lleva ocurriendo mucho tiempo atrás. Ahora es noticia porque occidente se divide en muymuyricos y pobres. Es duro pertenecer al “tercer” mundo que inventó el primero, ¿verdad? Sobre todo porque es sincrónico. Pero no esperamos leerlo en twitter.

martes, 18 de marzo de 2014

Pensando en Anne Sexton...







Ahora que lo preguntas, la mayor parte de los días no consigo recordar.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.

Wanting to die ( Anne Sexton)

Fumas un cigarrillo como si fuera el último.
Sonríes sabiendo que la autodestrucción es sólo un hito
que traspasamos varias veces al día.
Te cuido por las noches, mientras duermo.
Al amanecer inicias el ritual, acaricias mi cerebro.
Enciende un cigarrillo y lo compartiremos.
Dejemos de mirar la foto del cadáver que intenta amedrentarnos,
es inútil, el cadáver no ha visto como tus dedos oscilan mientras fumas,
yo sí, y los deseo.
Tus falanges, tus manos, tu cadera vencida por el sueño, 
la curva de tu cuello…
Cintura escapular donde alojo mis besos.