jueves, 17 de mayo de 2012

Para Sebastian Lubeck


Querido Sebastian:
Soy consciente de que el género epistolar está pasado de moda, sin embargo, no me resisto a escribirte utilizando esta especie de híbrido entre carta y mail que adquieren a veces los blogs. En el fondo me resulta fascinante, podemos sintetizar la comunicación personal y al tiempo, que algunas personas más, pocas, me consta, asistan al acto de nuestro encuentro. Imagino, salvando las distancias literarias, que esto podrían haber hecho en esta época Virginia Woolf con sus Cartas a mujeres, Rilke con Cartas a Benvenuta o Cartas a un joven poeta o Violet Trefusis y Vita Sackville -West, correspondencia recogida en el magnífico libro Cartas de amor a Vita.
Esto es, evidentemente, una carta de amor correspondido, aunque la forma de corresponder sea algo heterodoxa, como permite, y es de agradecer,  el tiempo que vivimos.
¿Qué amo de ti? La voz, te lo he dicho innumerables veces. La reflexión, la forma de abrazarme, el respeto, el esfuerzo que haces por comprender cuestiones que, inexorablemente, se escapan de tus manos aunque no del resto de tus sentidos. Tu mesura, algo que compensa mi desmesura. 
Al cabo de los años, muchos, me sigues queriendo. Te lo he puesto difícil, estoy segura,  no se me escapa el detalle. 
Y termino, por ahora, con un extracto de una de las cartas de Violet a Vita. No puedo decirlo mejor que ella para continuar nuestra perpetua conversación. Querido...

“Sé malvada, sé valiente, emborráchate, sé imprudente, sé disoluta, sé despótica, sé anarquista, sé una fanática religiosa, sé una sufragista, sé lo que quieras, pero por piedad te pido que lo seas hasta el límite.
Vive, vive plenamente, vive apasionadamente, vive desastrosamente. Vive toda la gama de experiencias humanas, construye, destruye, vuelve a construir.
¡Vive, vivamos tú y yo, como no ha vivido nadie hasta ahora, exploremos e investiguemos, avancemos sin miedo por donde hasta los más intrépidos han titubeado y se han detenido!”

Violet Trefusis

miércoles, 16 de mayo de 2012

Ficciones, al fin y al cabo.


Se trata de una vieja película, aunque era la primera vez que la veía.
Me habían contado extractos, sin embargo, nunca me atrajo este tipo de cine. La trama es tópica. Intimidad, En la cama, Habitación en Roma, etcétera. Dos desconocidos que se acuestan. En este caso, él es un tipo de unos 40 años, sexualmente muy activo, algo canalla en su gestión de las relaciones personales, aunque esa es una apreciación subjetiva, directo, arrogante y no exento de atractivo físico. El matiz está, quizá, como en Los chicos están bien, en la peculiaridad de la protagonista. Ella es una mujer algo mayor que él, lesbiana y con una enorme necesidad de afecto e intimidad tras una larga serie de relaciones frustradas. Se acercan, juegan, se seducen, y el sexo es agradable. Pero sólo es eso, no hay conversación, sólo contacto, deseo, excitación, lenguaje carente de sentimientos. Nada que objetar.
Tras varias horas se despiden y deciden no volver a hablar del tema.
No sé si me gustó la película, tampoco por qué fui a verla. Resultaba predecible, no había sorpresa ni enigma que resolver. Las aristas de los personajes, de haberlas, quedaron suspendidas en la atmósfera cargada de la habitación, como partículas esenciales que flotan alrededor sin adherirse a la piel.
En el fondo, supongo, buscaban lo que todo el mundo, algo que no tenían, algo que no encontraron.
Lo que pude entrever es que el deseo hacia el otro no era del otro, sino de un afán exclusivo que sólo las ficciones tienen el privilegio de transmitir.
Las películas se repiten, las ficciones también. Y la vida, quizá y sólo quizá, sea la ficción más perfecta dentro de la imperfección que posee cualquier deseo.
En definitiva, puede que las relaciones sean algo comparable a las curvas pluviométricas de los climas extremos. Períodos en los que una o bien se ahoga por las inundaciones, o bien se quema de sed por la pertinacia de la sequía.