sábado, 15 de octubre de 2011

Toxicidad IV

Pensaba que ya sólo quedaba mejorar.
El día era perfecto. Ejercicio a primera hora, clases en la facultad,
ir de compras y cerveza con un par de amigas para planificar una escapada
de fin de semana.
14:30 aproximadamente. Bajaba con la bici por el cruce del Ayuntamiento,
camino a casa. Lo siguiente que recuerdo es el techo de la ambulancia y yo
tendida con un collarín cervical, alguien preguntando cómo me llamo,
si sé qué día es, etc. Rostros a contraluz que aparecen y desaparecen de mi
ángulo de visión mientras me extraen sangre, me aplican hielo en la cara...
Intento recomponer la realidad, creo que estoy soñando.
No sé qué ha pasado. Perdí la consciencia poco antes de golpear mi cabeza
contra el asfalto.
Continúo sin recordar. Giré en la esquina para enfilar la calle y no sé más.
Me descalzan, me hacen un electrocardiograma. Buscan mi móvil
entre las cosas que alguien ha recogido del suelo y me preguntan a quién
avisan del accidente. Nombro a la amiga con la que estuve poco antes, L.G.,
no quiero alarmar a mis padres, no sé donde está mi familia, y tú no existes.
Cuando llegamos al hospital sólo veo techos, placas de escayola que se
suceden, de vez en cuando el marco de una puerta, luces, destellos,
rejillas de aire acondicionado. No puedo mover el cuello, pero aún no
me duele tanto como hoy. Ignoro cuánto más me tendrán aquí antes de
decirme que estoy bien. Es lo que espero oír. Intento recordar cosas, mi
número de la S. Social, el Dni, ese tipo de datos. Entre tanto ha llegado
mi hermana y mi hermano C. espera fuera. Sólo un acompañante por paciente.
Me despido de L.G.
No sé si allí dentro te recordé en algún momento. Aunque lloré, supongo
que de miedo tras el shock, me sentí profundamente triste.
De madrugada, en casa, mientras mi hermano C. se instalaba en el salón
para mantenerme vigilada, pensé en ti y volví a llorar. Te echaba de menos,
hubiera deseado que estuvieras conmigo, tus cuidados, pero no eras tú,
quizá era el mito de ti que creé para esas ocasiones, porque realmente no
hubieras estado.
Imagino que se trata sólo del resto tóxico que aún corre por mis venas,
una ilusión más, alejada por completo de la realidad que vivimos.
Una percepción errónea de mi cerebro.
Del accidente me quedan: un hermoso derrame alrededor del ojo,
magulladuras y contusiones múltiples, confusión e inseguridad en mi
motricidad... lo normal.
Pero lo que lamento realmente, y es una sensación que crece con la distancia,
es que tu recuerdo no haya desaparecido junto con los 15 minutos de mi vida
que continúan en el limbo de la inconsciencia.