lunes, 11 de mayo de 2009

los viajes inmediatos

Hablar es un viaje inmediato, sin programar.
Reconocer lo que debiera haberse callado es un viaje aplazado
pero necesario. El trayecto entre uno y otro resulta tan imprevisible,
tan agotador, que quizá me quedé casi sin palabras en alguna ocasión.
Las relaciones no son, necesariamente fáciles, lo sé.
Esta vez parecía imprescindible huir del cálculo para
encontrar el margen que buscaba, lo más cerca posible de sus labios.
Precaución cero.
Traducir palabras como mesura, paciencia, lógica o razón
al lenguaje del deseo no es una tarea que me agrade.
Alargar el trámite de la espera, mucho menos aún.
En apenas 3 meses el recorrido de mis ansias se hizo atrás y
adelante varias veces. Revisé mis huellas, las suyas, empapé
las palabras de calma, puedo asegurarlo, pero me desmintió,
experta como es, en desmontar mis claves.
Renuncié a la explosión inmediata , medié conmigo
y el campo de batalla ardió cuando nos cruzamos.
En este trance, la audacia consiste en aprender
mecanismos alternativos a la relación habitual,
el enamoramiento por K.O. sensorial, y pasar al plan X,
que no es ninguno.
Y me sirve no tener un plan, ¿quién lo iba a decir?
El plan desconocido es infinitamente rico, complicado si se quiere,
innegable, pero pleno y sorprendente.
La siento poderosa , como una inyección de adrenalina,
y no huyo, ahh!
Adoro el riesgo de saberla en algún lugar desprovisto de contraseñas,
donde quizá los días no sean lo que se espera, y las noches,
aún menos, o más, porque ese es el enigma.
La realidad vertida con su inmenso caudal,
a veces de vino y a veces de sed, sin mansendumbre alguna.

Lo que debiera callar, eso va a decírmelo, sin duda. Es su naturaleza.
La mía: decir, desbordarme aunque me cueste el enésimo adiós,
pero sé que no va a ser el último.